Andrés Franco/ Opinión/
El número del bus parece ser el que estabas esperando. Levantas el brazo para que te vea el chofer, él se detiene, y rápidamente abordas la unidad. Empiezas a ver qué lugar esta vacío (que no sea hasta atrás) y quien está sentado a la par. Al parecer no hay ninguno vacío, entonces te quedas parado. La burra va a una velocidad ridículamente alta, y aunque trates de no proyectarlo, tienes miedo porque la carrocería del bus no es la más fina ni parece ser la más resistente.
Observas que un lugar se desocupa y logras sentarte. La persona que está a tu lado está leyendo la prensa y disimuladamente, lees las noticias que aparecen en la página que se encuentra. Alcanzas a leer un titular enorme que dice: “ANTEJUICIO a Roxana Baldetti pasa al Congreso”, pero al parecer, al compañero no le interesa el tema y rápidamente busca los resultados de la Champions.
Tu parada se va acercando, tocas el timbre (si lo hay) o gritas: ¡PARADA! Al bajarte, en la esquina, ves a dos personas que no parecen estar paseando o saliendo de su trabajo (si saben a lo que me refiero), entonces caminas rápido para que no te vean. Curiosamente es jueves, caminas por la octava avenida de la zona uno y ves camionetas polarizadas entrando al parqueo del Congreso de la República; parece que llevan prisa así que, al entrar, bajan rápidamente varias personas con chalecos y lentes obscuros. Obviamente te llama la atención pero te acuerdas de que ya es algo tarde y no tienes mucho tiempo para llegar a la U.
Mientras sigues caminando, recuerdas que hace algunos días estuviste en la misma área, gritando consignas y levantando rótulos, en contra de la clase política guatemalteca.
Una sirena interrumpe tu recuerdo, la reconoces porque es de una ambulancia: son bomberos que se cambian de carriles y esquivan carros para avanzar en medio del trafico de la tarde. Por fin, llegas al otro lugar en donde abordas el ultimo bus para llegar a tu destino. Sin embargo, hay mucha gente esperando, y supones que el bus puede tardarse en llegar (pero les pides a todos los santos del cielo para que pase lo contrario). Por fin llega la unidad y esta vez encuentras lugar desde el inicio. Mientras avanza el bus, observas varios afiches y anuncios en las calles: “GUATEMALA NECESITA TRABAJO, NO PROMESAS”, “OPORTUNIDADES”, “EL CAMBIO SON HECHOS NO PALABRAS”, LE TOCA AL PUEBLO, TE TOCA GUATEMALA”. Te das cuenta que en la parada de bus donde se encuentran estas promesas, hay una señora sosteniendo con un brazo a su hijo dormido, y con el otro, una caja de galletas esperando abordar el bus para venderlas.
Al llegar a la universidad, encuentras tu salón, te sientas en el escritorio y suspiras, porque, en una hora y media de recorrido, observaste las dos realidades que se viven en el país y sus enormes diferencias.
Esta no es una historia inventada, le sucede a muchos estudiantes que básicamente siguen una rutina similar todos los días para llegar a su universidad o trabajo. Ellos se llegan a percatar de estas dos realidades, y no logran comprender cómo ambas son tan diferentes, parecieran situaciones que se presentan en escenarios distintos, pero son realidades que paralelamente se desarrollan en Guatemala, se han mantenido de esa manera durante mucho tiempo.
Se le ha llamado a la situación actual en el país de diferentes formas, pero yo me quedo con una: la crisis de legitimidad del sistema político guatemalteco. ¿Por qué de legitimidad? Porque cuando el sistema no está respondiendo a los problemas y situaciones que describí anteriormente, cuesta reconocer y aceptar los procesos que lo caracterizan. No es una novedad entonces que los discursos anti sistema se repitan en las redes sociales constantemente, pero hay que detenerse y reflexionar.
Las protestas son acciones colectivas que parten de la necesidad de ejercer la ciudadanía, para rechazar una situación que afecta a un grupo o a toda la población. Sin embargo, esta no es la única forma de ejercer la ciudadanía. Al leer la Constitución Política de la República, podemos percatarnos que el sistema sí tiene otras formas de participación ciudadana, que no son muchas, pero desde estas se puede llegar a influir. La ciudadanía no se limita al conocimiento de las leyes.
Estos días nos enseñaron que tenemos problemas en común, que podemos estar separados por otras razones, pero que todos estamos desesperados por vivir en un mundo mejor. La indignación y el rechazo lograron reunirnos en protestas y marchas pacíficas en el país, y es sobre este punto en el cual se puede llega a construir una identidad ciudadana. Una identidad que permite identificarme con los demás, permite que me sienta parte de un grupo con el cual puedo compartir mi posición.
Cuando reconocemos que la ciudadanía no es el simple hecho de tener un DPI, sino que involucra un conjunto de derechos, garantías y obligaciones que permiten la participación organizada, lograremos comprender la importancia de sistema. La estabilidad de este se ve amenazada cuando no responde a las demandas que organizadamente exige la población.
No es fácil ejercer la ciudadanía, pero cuando se llega a entender de que las protestas no son el simple hecho de causar tráfico o arruinarle el día a todos, cuando se entiende de que hablar de demandas sociales y de movilizaciones, no es sinónimo de quema de llantas o enfrentamiento con la policía, estamos comprendiendo que los derechos, garantías y obligaciones son de todos los ciudadanos, y que están allí para defendernos y hacernos escuchar.
Ser ciudadano guatemalteco es entender de que estamos en el mismo país, nos afectan situaciones en común, vivimos en el mismo país, y tenemos una Constitución que nos proporciona las mismas garantías para demandar y exigir.