RL Abril 1

Francisco Juárez / Opinión /

En esta ocasión la famosa abreviatura que marca el inicio de nuestro calendario y que alude a la figura de Cristo, hace referencia a alguien más…

Hacia abril de 1,616 en una casa de la Calle del León, esquina con la calle Francos agonizaba Miguel de Cervantes Saavedra. Recibía la extrema unción, firmaba la dedicatoria del libro Persiles (que pensaba sería el libro que lo consagraría) y tres días después, le llegaba la muerte. Fue sepultado en el convento de las Trinitarias Descalzas.

Larga agonía la que hubo de vivir el pobre Cervantes. Una vida de penas y desazones. Cautiverio y batallas. Pobreza. Apenas alcanzó a ver como florecían los pocos laureles que nacían de su ya anciana madera, en la antesala de la muerte.

Vida amarga pero vida que desembocó en obra eterna. Alma marcada por la tragedia, por la desventura. Pero fueron estas las experiencias que le permitieron plasmar, a través de la ironía, los aspectos más profundos del alma humana.

¿Quién no se siente amigo de Cervantes después de leer al Quijote?, esto ya lo señaló Borges en una ocasión.

Puede ser que Quevedo haya escrito “mejor”, que Quevedo habría podido corregir cualquier página de Cervantes, pero no habría podido escribir un Quijote. Y nadie se siente amigo de Quevedo después de leerlo. Y es que cuatrocientos años después de su muerte la figura de Cervantes sobrevive en nuestra memoria a través de las figuras de esas hipóstasis del autor como lo son Alonso Quijano, Don Quijote y Sancho…

Esa trinidad que integra la figura de Cervantes e integra el alma de toda la humanidad está aún impregnada en el imaginario de los hablantes en lengua castellana, pero también en otras culturas que han sentido con profundo amor lo que la obra de Cervantes transmite.

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“Veréis en Don Quijote, en cada página, revelados los más arcanos secretos del alma humana. […] En todo el mundo no hay obra de ficción más profunda y fuerte que ésa. Hasta ahora representa la suprema y máxima expresión del pensamiento humano, la más amarga ironía que pueda formular el hombre y, si se acabase el mundo y alguien preguntase a los hombres: «Veamos, ¿qué habéis sacado en limpio de vuestra vida y qué conclusión definitiva habéis deducido de ella?», podrían los hombres mostrar en silencio el Quijote y decir luego: «Ésta es mi conclusión sobre la vida y… ¿podríais condenarme por ella?»”.

Dostoyevski

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¿Qué habrá vivido Cervantes durante su encierro de cinco años en Argel? ¿Qué pensamientos habrán cruzado su mente después de cuatro intentos de fuga fallidos? ¿Qué pudo haber sentido al regresar a España después de once años en el extranjero?

Preguntas que quedarán en el aire y que cada lector podrá imaginar por su propia cuenta. Como podrá imaginar el pobre entierro del Manco de Lepanto. Pobre luz la de su estrella en aquellos lejanos días. Más hoy, época de mercadeo y capital, su luz brilla en comercios y su nombre es casi una marca más. Luz artificial la que han creado con su nombre.

Ya lo dijo Pérez-Reverte en una entrevista con Javier Marías “(…) Pero creo que el mejor homenaje a Cervantes es que no se le haga nada. El Quijote es un libro sobre el fracaso, el olvido y la soledad del héroe en un mundo infame. Además, Cervantes murió pobre, ninguneado y fueron los extranjeros quienes le dieron el primer impulso internacional…”.

Sin embargo, la justa honra no se ha escapado, pues ahora presta su nombre a la estrella mu Arae y los cuatro planetas que la orbitan (mu Arae, b, c, d y e)  llevan los nombres de Quijote, Rocinante, Sancho y Dulcinea. Maravillosa alegoría de la obra del Príncipe de los Ingenios.

Cuatrocientos años después de Cervantes y los frutos siguen cayendo del árbol. No veo mayor homenaje a su vida y a su obra que seguir alimentándonos de ellos.

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“(…) Cervantes escribió El Quijote porque era un simple mortal. Tierno, desamparado, andariego, valiente, quijotesco Miguel de Cervantes Saavedra, el hombre que alguna vez dijo que por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida (…)”

Palabras de Ernesto Sabato al recibir el premio Cervantes en 1,984.

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