Natalia Méndez Ruiz de Biegler/ FashGT/
Tradicionalmente conocemos el significado de la palabra adicción como una dependencia respecto de una sustancia o actividad que causa satisfacción, y sin la cual la persona presenta síntomas de abstinencia desagradables.
La adicción implica un consumo compulsivo e incontrolable que absorbe el tiempo, la conducta y el pensamiento; el comportamiento del adicto se planifica estratégicamente para obtener recurrentemente la sensación producida por la sustancia o actividad. Las adicciones traen consecuencias graves a nivel familiar, laboral y físico e impiden el funcionamiento normal de la persona dentro del mundo.
Probablemente al pensar en adicciones, pensaste en drogas (cocaína, marihuana, éxtasis, morfina), en alcohol o en ludopatía (adicción al juego). Tal vez incluso pensaste en la adicción al sexo. Esas son algunas, pero hay muchas más. Te sorprendería la gran cantidad de nuevas adicciones que día con día invaden nuestro mundo moderno.
Piensa en ti mismo por un momento. ¿Cuáles son aquellas cosas que van más allá de hábitos en tu vida? ¿Con qué cosas simplemente no puedes funcionar? ¿Qué cosas consumen tu tiempo, disminuyen tu productividad o limitan tus interacciones sociales? Quizás te levantes constantemente durante la noche a revisar tu celular, o sientas dolor de cabeza si no tomas tu café temprano en la mañana.
Es posible que tengas numerosas parejas sexuales o que prefieras quedarte en casa navegando en Internet, usando videojuegos o viendo pornografía en vez de salir con amigos. Incluso, podrías encontrarte de repente al borde de un ataque nervioso por el estrés que te provoca el trabajo, o comprando compulsivamente objetos innecesarios, hasta gastar todo tu dinero. Quizás sientas la necesidad de comer sin parar, sobre todo cuando sientes ansiedad o estrés. ¿Algo de esto te suena conocido?
Estudios recientes han demostrado que todo lo mencionado antes constituye un grupo de adicciones características de la sociedad moderna. El Internet, el teléfono celular, los videojuegos, el café, el tabaco, el trabajo, el sexo, las compras y la comida son potenciales agentes adictivos, ya que nuestras vidas suelen girar en torno a ellos.
En una sociedad impulsada por la eficacia y la rapidez, los altos niveles de tensión que solemos manejar diariamente pueden llevarnos a buscar mecanismos para desconectarnos de aquello que nos rodea y refugiarnos en estos objetos. Manejamos nuestra vida en torno a nuestro teléfono celular y llevamos el trabajo a casa; dormimos poco y “necesitamos” café para funcionar. La comida nos recuerda a la infancia y la utilizamos para reconfortarnos, aunque después llegue una oleada de culpa. El sexo sin amor está a la orden del día, con alguien en persona o a través de una computadora, sin necesidad de enamorarnos y con la opción de presionar DELETE en cualquier momento. Comprar nos hace sentirnos poderosos(as), por lo que arrasamos con los centros comerciales con la ilusión de haber comprado al mejor precio.
Actualmente, más allá de sustancias como las drogas y el alcohol, existen numerosas conductas (legales y disponibles para todas las edades), cuyo consumo excesivo nos lleva paulatinamente a aislarnos, a ahogar nuestros sentimientos y a evitar el conflicto compulsivamente, desde muy jóvenes y sin darnos cuenta.
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