Tarde o temprano llega el momento en que nuestras velas deben zarpar a otros horizontes. Sabíamos de antemano que sucedería en su momento, pero no queríamos aceptarlo. Le tememos al momento de decir adiós porque sabemos que a partir de entonces nuestra vida cambiará, ya no será la misma. Nosotros dejaremos de ser los mismos.

 

Decidir retirarse, tal como lo hace humildemente una pieza de ajedrez, irse cuando el jaque está más que previsible, es un acto valeroso y de amor propio. Escuchar nuestro subconsciente y nuestra alma. Darle su lugar a nuestro corazón que nos dice: basta, es suficiente.

 

Y no es que seamos cobardes, al contrario, somos valientes al saber que en ese lugar no hay cabida para nosotros. Somos valerosos al aceptar que es momento de alejarnos de lo que nos hace daño, lo que nos paraliza y nos impide ser nosotros mismos. Me refiero a las relaciones problemáticas, a los trabajos enfermizos, al sentimiento de culpa, de tristeza, a los hábitos monótonos, entre otros que nos llenan de hastío e intoxican nuestra mente y cuerpo.

 

Sabemos que no debemos seguir por ese camino, pues está más que claro que al terminar de recorrerlo, llegar a la puerta y tocar no seremos bienvenidos. Lo hemos percibido desde el inicio, nos lo han dicho y advertido, pero somos necios e insistimos, nos llenamos de orgullo por demostrar que somos dignos de entrar. Debemos aceptar que aunque nos sigamos desvelando en noches de sueños, ilusiones y fantasías con girasoles, flores amarillas, una película, o, quizás, un café, serán solo pensamientos y falsedades que nuestra mente seguirá creando pues la realidad es otra y lo sabemos. Ese lugar no es para nosotros.

 

El dolor es el himno de los valientes, pues no hay mayor sacrificio que dar la vuelta y regresar, dejar todo con lo que soñaste alguna vez para volver a la realidad. Podemos terminar solos, tristes y humillados, entre lluvias, lágrimas, lamentos y decepciones. Pero es solo el inicio, el segundo paso que nos llevará a algo maravilloso. El primero es tomar la decisión de irnos.

 

Debes continuar y seguir caminando, con la cabeza arriba, la frente en alto y la mirada en el futuro, pues aunque este es incierto, aunque no sé con qué miradas o situaciones nos cruzaremos en el trayecto, hay que preparar el corazón para ser fuerte y seguir.

 

Tenemos mucho para dar, podemos empezar a sonreír sin lamentarnos, arriesgarnos sin preocuparnos por las repercusiones puesto que la decisión más difícil ya está tomada y fue el decir adiós.

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