Mi papá era alcohólico. Crecí yendo a la tienda por bebidas alcohólicas, comprándolas para mi padre y no sabiendo cómo se comportaría cuando llegara del trabajo. Mi mamá solía sentarse en un rincón de la sala, leía libros y comía chocolate.
Cuando pasé a sexto grado, el alcoholismo de papá empeoró muchísimo. Venía ebrio de las reuniones de familia, trabajo, etc. Me aplastó la bicicleta con su auto, me sacó a patadas de la casa dos veces porque yo era “desagradecido” y una vez, colocó una librera contra la puerta para que yo no pudiera entrar.
Más tarde ese año, todo cambió; dejó de venir a casa a las dos de la mañana, conducir borracho y apestar a alcohol. De repente, nunca estaba en casa después de la cena.
Mi mamá comenzó a salirse. Un día, mientras yo guardaba las compras, mi papá me dijo que era alcohólico, le contesté que no podía ser cierto. Nunca se me había ocurrido que mi papá tuviera un problema de alcoholismo; pensaba que todas las familias eran como la mía y que todos los padres actuaban como mi papá.
Mi papá sugirió que asistiera a una reunión de Alateen, pero no quise. Al final dijo que si yo no iba, me quitaría todo el dinero y terminaría cuidando niños. Por eso fui a dos reuniones, que me resultaron detestables. Tenía doce años, era más joven que todos los demás y le dije a mi padre que podía quedarse con mi dinero, pero que no volvería.
Durante el año siguiente, se unió al programa AA y mi mamá a su programa de Al-Anon. Yo no podía continuar con mi comportamiento inaceptable.
No se permitían los gritos y los portazos. Cuando me comportaba mal, ellos me lo hacían notar, no me dejaron manipularlos. Me sentí abandonado, irascible, frustrado y totalmente descontrolado. Creí enloquecer. Al final me tragué el orgullo y le pedí a mi papá que me llevara a Alateen de nuevo.
En mi primera reunión después del regreso, expresé todo lo que tenía en mi interior. Pensé que todos me odiarían, pero no fue así; me abrazaron y me pidieron que volviera. Poco a poco aprendí sobre el amor, sobre cómo abandonar el control y cómo encontrar un Poder Superior que me amara y estuviera a mi lado el resto de mi vida. A medida que mi papá participaba en la labores de servicio de AA, yo hacía lo mismo en Alateen. Comenzamos a viajar como familia a conferencias en todo nuestro país. La vida mejoró en casa, hasta que al fin sentí que tenía una verdadera familia.
Entonces, le diagnosticaron cáncer a mi mamá. Los médicos dijeron que tenía buenas probabilidades de sobrevivir, de ese modo asombroso, por primera vez, mi familia sorteó la crisis relativamente intacta. Pero al año siguiente, reapareció el cáncer y todo se desplomó; tiré mi Poder Superior al basurero y le puse la tapa. Fui a leerle un Cuarto Paso a mi padrino unos días después y luego lo evité durante semanas. En la escuela, ese año, practiqué 3 deportes para consumir la ira, me presentaba a clases sólo porque le tenía miedo a los profesores, sufrí de úlceras que me hacían sentir mal en todo momento.
Todavía asistía a reuniones de Alateen e intentaba escuchar, entender y experimentar esa serenidad que había experimentado antes, pero ya no existía. No obstante, mis amigos de Alateen no me abandonaron; me querían y me abrazaban, me dejaban desahogarme y me aceptaban cuando yo mismo no podía.
Cuando fue obvio que mi mamá se moriría pronto, uno de los miembros me sugirió que escribiera una carta, para decirle a mamá lo mucho que la amaba. Cuando la leyó, se puso a llorar. No la podía abrazar todavía, pero cuando dijo: “Gracias”, sabía que entendía. Aprendí a abrazarla, a decirle que la amaba y hablarle sobre su muerte. Me dijo que esta no la asustaba, que sentía más miedo por nosotros que por ella.
Murió tres semanas después de mudarnos de casa. Mi papá dejó de asistir a las reuniones de AA y comenzó a consumir grandes cantidades de medicamentos recetados. Encontré a Alateen de inmediato y empecé a reconstruir mi vida. Encontré a Dios de nuevo. Este Dios no me da siempre lo que quiero, pero obtengo lo que necesito para convertirme en una persona más fuerte y más hermosa.
Los pasos me han brindado la guía que necesito en la vida. Son un aspecto cuya continuación conozco y aunque a veces sea arduo y si los aplico con honestidad, siempre me siento mejor al final.
Casi abandono la escuela secundaria, pero finalmente la terminé. Y a pesar que mi padre trató de detenerme, asisto a una universidad. Y ahora voy a Al-Anon.
Lo que Alateen me enseñó es amor. Aprendí a amarme a mí mismo y a otros; hoy sé que puedo amar.
Aprendí a confiar en que mi Poder Superior se ocuparía de todo lo que suceda en mi vida. El programa es mi hogar y cada vez que estoy en una reunión de Al-Anon o Alateen, sé que estoy seguro; en un lugar al que pertenezco.
Carlos
*Alateen es parte de los Grupos de Familia Al-Anon, es un grupo para jóvenes, de edades comprendidas entre los 12 y 19 años.