En unas elecciones históricas para el vecino país, los mexicanos acudieron masivamente a las urnas para elegir 3.400 cargos públicos. Entre ellos el del Presidente de la República, 128 senadores, 500 diputados, ocho gobernadores y el jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
Desde hace algunos meses, el candidato de izquierda por la coalición “Juntos Haremos Historia”, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), se perfilaba como el virtual ganador de los comicios electorales con un amplio margen de ventaja respecto a sus contendientes.
En efecto, las predicciones y encuestas se cumplieron a cabalidad luego que López Obrador resultara vencedor en un proceso electoral que, según los primeros sondeos, rompió récords de participación ciudadana, convirtiéndose así en el Presidente electo más votado en la historia moderna de México.
Con la victoria de López Obrador, la izquierda latinoamericana toma un nuevo aire y frena lo que parecía su caída inminente, en un continente donde los movimientos de izquierda han perdido credibilidad – si es que alguna vez la tuvieron – gracias el fantasma del régimen castro-chavista.
EL DISCURSO CONSERVADOR Y EL MIEDO IRRACIONAL A LA IZQUIERDA
En muchos países latinoamericanos, durante el siglo XX se libraron guerras civiles entre grupos armados disidentes del gobierno y las fuerzas militares. Conflictos armados que resultaron en miles y miles de muertes, violaciones a derechos humanos, tortura, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y ataques directos en contra de la población civil no combatiente.
En países como Guatemala, después de la firma de los Acuerdos de Paz en el año 1996, hablar de izquierda ha significado, casi que por analogía, hablar de comunismo, expropiación, irrespeto a la propiedad privada, populismo y guerrilla. Situación que se agrava con el hecho que muchos países de Latinoamérica han caído en las garras de dictadores, quienes bajo la bandera de un “Socialismo del Siglo XXI” y una supuesta política de justicia social, se han perpetuado en el poder de forma abusiva, manipulando los sistemas electorales, violentando la Constitución y quebrando la economía de los países, desvirtuando así muchas causas justas en uno de los continentes más desiguales del mundo.
Así las cosas, el discurso del establishment y los grupos de poder se ha centrado en infundir un miedo generalizado y casi irracional a la izquierda. Votar por la izquierda significaría entronar a los haraganes en el poder, a los guerrilleros, a los que quieren todo regalado, a los Chávez y Maduro, a los antidemocráticos, a los autoritarios. Satanizar a la izquierda ha servido a los defensores del status quo para legitimarse, para tener a quien acusar, para desprestigiar y desarticular cualquier intento de una izquierda verdadera y democrática.
Lo que es un hecho, al menos en Guatemala, es que hoy por hoy la izquierda carece de líderes verdaderos. De hecho, la izquierda guatemalteca, después de la firma de la Paz, no ha sabido consolidar un proyecto político serio, en parte – habría que reconocer – porque durante la época de la represión los grandes líderes de izquierda fueron vilmente asesinados por los Gobiernos militares.
LA IZQUIERDA Y EL PELIGRO DEL POPULISMO
Muchos sectores de la misma izquierda han denunciado el peligro del populismo, que desvirtúa los clamores populares y los convierte en nada más que discursos vacíos, carentes de propuestas claras. Únicamente buscan apalear momentáneamente los problemas que aquejan a la sociedad mediante el asistencialismo barato, las limosnas y subsidios que, al final del día, vuelven a los ciudadanos más dependientes del partido de gobierno.
La victoria de López Obrador es, para los más progresistas, un cambio radical en el sistema político mexicano y la nueva esperanza de la izquierda latinoamericana. Pero para los más conservadores, su elección como Presidente de uno de los países más potentes de la región significa un retroceso en materia política y una amenaza al mercado libre.
Las acusaciones de populismo en contra de AMLO estuvieron presente durante toda su campaña. No obstante, sólo el tiempo será el encargado de demostrar si las promesas de López Obrador eran palabras vacías y que únicamente buscaban enganchar a la gente con un discurso contra “la mafia del poder”.
CUANDO EL ENOJO FUE MÁS FUERTE QUE EL MIEDO: EL DESENCANTO POR LA CLASE POLÍTICA
El triunfo de la izquierda en México obedece a varios factores. Sin embargo, el desencanto por la clase política tradicional, los altos índices de violencia y la corrupción enraizada en las instituciones estatales, fueron el caldo de cultivo para que un proyecto político distinto se consagrara vencedor de los comicios electorales.
La estrategia de la derecha recalcitrante de tratar de empatar a López Obrador con los dictadores de izquierda del sur no funcionó. El enojo, en esta ocasión, fue más fuerte que el miedo.
Lo cierto es que en su primer discurso como Presidente electo, AMLO cerró con una emocionante frase con la que, ni el más conservador de los conservadores, podría estar en desacuerdo:
“Por el bien de todos, primero los pobres”.
MORENA, el movimiento que llevó al poder a López Obrador, logró posicionarse como una fuerza política en las distintas esferas de poder: desde las gobernaturas, hasta el senado y, desde luego, la Presidencia. La expectativa es alta, el júbilo y el espíritu de unidad ha invadido al pueblo mexicano.
Personalmente, creo firmemente que éste es el verdadero camino de la nueva izquierda latinoamericana. Donde se priorice al ser humano y su dignidad antes que el dinero, donde se combinen políticas de desarrollo económico y fortalecimiento de la producción nacional con políticas sociales a largo plazo que verdaderamente beneficien a la población y no simplemente políticas asistencialistas baratas, al mejor estilo de la UNE y el gobierno de Álvaro Colom.
Nuestros mejores deseos para nuestros hermanos mexicanos y mucha suerte a AMLO ante semejante reto que tiene por delante.