Lenina García / Opinión
A Murciélaga, el juguete de dos ruedas que tanta felicidad me da:
Cuando pienso en la bicicleta de inmediato viene a mi mente la imagen del Universo. El pedaleo en círculos mientras se recorren kilómetros y kilómetros, pareciera una metáfora de los ciclos de la vida. Porque nada es estático, todo fluye en constante movimiento. Por eso me parece fascinante la bicicleta, porque en su sencillez, reúne elementos esenciales para sentirse vivo, para encontrar la felicidad en los detalles cotidianos.
Por ejemplo, si se quiere acariciar la vida sin vidrios, sin cinturones de seguridad, basta con aferrarse al timón y dejar cada uno de los sentidos a merced de la calle. Sentirá en su rostro el aire que alborota el cabello, el baño de sol que ofrece la mañana, la música de los pájaros al caer de la tarde, el túnel misterioso que transporta a la noche.
Aprenderá el lenguaje de la naturaleza, a acostumbrar el cuerpo a la lluvia, al sol, al frío. Incluso podrá formar su propia colección de atardeceres.
Aprenderá la magia de los eventos cotidianos: los niños que van para la escuela, la gente comprando pan en la mañana, el andar peculiar de quienes caminan por la acera, las señoras que venden atol en las esquinas, los negocios abriendo persianas, limpiando vitrinas. El ruido de la ciudad y su tráfico: bocinas, carros, buses, camiones, motocicletas. Todo para no perder la concentración, para recordar en dónde es el aquí y el ahora.
Su percepción de la realidad se hará más aguda: se preguntará por qué pasan tantas ambulancias, por qué tanta presencia militar en el Centro Histórico, por qué tanta gente haciendo fila en las paradas de buses, por qué los niños se disfrazan de payasos en los semáforos, por qué cada año hay más carros, más vallas publicitarias, más centros comerciales y menos jóvenes jugando al aire libre.
Verá de cerca los mercados, los parques, las plazas. Se dará cuenta que las paredes se transforman en murales de resistencia, que los barrios albergan cientos de historias y que la ciudad no es solo una sombra de desencuentros.
Porque andar en bicicleta es recuperar la libertad, es quizá lo más cercano a volar.
Es el Quijote de la Mancha
montado en Rocinante, luchando contra los molinos de tráfico/humo/violencia. Es crear otros modos de vida posibles. Es respirar, es sentir cómo se contraen cada uno de los músculos, es reavivar la memoria del cuerpo, es recordar que en la vida lo importante es avanzar y mantener el equilibrio.
En este año que finaliza, acudamos a esos obsequios gratuitos que habitan a nuestro alrededor. Que la metáfora de la bicicleta y su andar cíclico por la vida, nos invite a renovar nuestras energías, a disfrutar del camino, de la llegada a la meta y de la constante búsqueda del equilibrio. ¡A pedalear por la vida en este 2017!
Imagen: Lenina García