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Karen Alonzo/ Coordinadora Agrupaciones Estudiantiles

El inicio de un año siempre trae cosas nuevas, en mi caso como coordinadora del Departamento de Agrupaciones Estudiantiles, implica iniciar el proceso de renovación de cuadros dentro de las organizaciones estudiantiles ya formadas porque las Juntas Directivas se renuevan anualmente o recibo sorpresas de nuevas propuestas de jóvenes que deciden organizarse para conformar una nueva organización estudiantil (en la Universidad Rafael Landívar existen cinco tipos de organizaciones).

De hecho, en cualquiera de los casos es muy interesante ver cómo conforme el año avanza, existen muchos jóvenes que van resaltando por ideas innovadoras, motivaciones personales (que algunas veces se convierten en grupales), sueños y aspiraciones a “dar ese algo más que cambie realidades”.

Pero ante todo, asombra mucho ver a las personas en su máximo esplendor al fortalecer con acciones desinteresadas la misma humanidad.

Y es en todas esas acciones donde mi esperanza crece un poco más, al ver que en Guatemala todavía existen personas con el deseo de emprender proyectos que hagan trascender a la sociedad en la que nos encontramos, para todos poder tener el tan anhelado “Bien-estar”. Se me olvidaba comentar que como cualquier organización que emprende acciones con el fin de cambiar y/o mejorar una realidad -aunque sea la Universidad-, el trabajo puede sentirse como el recorrido en una montaña rusa. Al inicio con mucha energía, expectativa, emoción y ante todos muchas ganas de cumplir con la planificación de actividades.

Sin embargo, conforme pasan los días, semanas, y al hacer cada uno de los trámites que conllevan ejecutar la planificación (que muchas veces se sienten engorros, interminables y se asemejan al trámite que hace una persona al ir a sacar sus antecedentes penales y/o policíacos el primer día hábil de enero) , van reluciendo los líderes creativos, los que buscan alternativas a los “no” del camino, los que se desaniman rápido porque definitivamente ya tienen lo que anhelaban -ser presidente de la organización, continuar con el legado familiar-, o aquellos que se encuentran firmes al pie del cañón mientras el amigo quien le motivó a estar allí siga activo en la organización, o trabajar en la misma para ganar algún tipo de reconocimiento que engrose el curriculum vitae.

Y en realidad no es de extrañar que aún en la Universidad existan de todo tipo de motivaciones, líderes, e incluso hasta modos “non gratos” de atención de parte del personal administrativo hacia los estudiantes, porque todos los contextos sociales no son nada más ni nada menos que el reflejo de la realidad de nuestro país.

Sin embargo, la experiencia de participación estudiantil dentro de la universidad, aún con todo lo feo y no tan disfrutable, es una experiencia de mucho crecimiento, madurez, aprendizaje, pero ante todo, de servicio. Porque cada pequeña acción que se emprenda y logre algún tipo de cambio por más minúsculo que sea, es un aporte para que cada vez más jóvenes se interesen en participar y hacer cosas por mejorar las condiciones personales hasta lograr mejorar las condiciones de la sociedad.

Así que desde ya felicito y exhorto a todos los que ya están participando, y a los que lo están pensando o no se convencen; se empieza opinando en clase, expresando sus inquietudes, deseos o disgustos con sus amigos, catedráticos, papás, dando propuestas a sus jefes; el punto es accionar por mejorar todo lo que nos incomoda o nos impide ser en plenitud.

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