Tiene 21 años, estudia los sábados y entre semana su ocupación consiste en monitorear sus redes sociales y salir con amigos. Buscaba un trabajo temporal que no interfiriera con su rutina, su productiva rutina.

Esa fue mi impresión de aquel chico. Joven, con energía, salud y mucho tiempo desperdiciado. Además de mi conversación con él, tuve la oportunidad de conocer a varias personas en ese rango de edad. En definitiva, no es el único con esta percepción de la vida. Son jóvenes graduados de colegios que no encuentran mayor motivación en la vida más que vivir el presente.

No existe la visión, no hay planes ni sueños. Existen ideales y aspiraciones, que incluso puede que no sean reales porque surgen más de las redes sociales y de los medios de comunicación que del interior de cada persona. Medios que no promueven más que imágenes preconcebidas cuyo objetivo es aumentar la rentabilidad de la compañía o la marca que promueven. 

La falta de educación integral y activa, la falta de pedagogía en las clases y las precarias condiciones laborales de los maestros, en definitiva, son catalizadores para que los estudiantes en lugar de ver en el aprendizaje una oportunidad, vean una carga.

La educación, la verdadera educación, es liberación.

Memorizar infinitos textos, hacer planas de ecuaciones matemáticas y recitar fechas históricas no es educación. La educación es razonar, desarmar, cuestionar y entender. Pero, ¿quién quiere esto? ¿Quién realmente busca aprender?

Incluso a nivel universitario se percibe la urgencia de los estudiantes por graduarse,no por el deseo de aprender, sino por la urgencia de hacerse llamar licenciados, por la falsa esperanza y seguridad económica que da el título.

El sistema educativo ha sido diseñado de tal manera que forme robots, esfume sueños y aniquile creatividades. El sistema educativo se sostiene sobre los ideales de una clase hegemónica que no busca más que mantener cegada a la población, y vaya que ha funcionado. La falta de visión y el nulo deseo de aprendizaje en los jóvenes es una muestra de ello.

Mientras las aulas no cuenten con las herramientas necesarias y maestros dedicados, difícilmente los estudiantes podrán descubrir lo valioso que es el aprendizaje y el conocimiento. Mientras ir a estudiar signifique hacer planas, memorizar y repetir no lograremos transformar.

Claro, no busco generalizar y pretender que todos los jóvenes guatemaltecos desperdician la oportunidad de aprender. Existen casos impresionantes de personas que en medio de la precariedad han aprovechado al sistema educativo. Personas autodidactas que no se conforman con lo que el maestro o catedrático tiene que decir. Cuestionan, buscan y aprenden.

Pero lo más importante, son capaces de transformar el conocimiento en oportunidades de mejoría no solo individual sino colectiva.

El verdadero conocimiento estimula y trasciende. Y si hemos tenido la dicha de conocer maestros y catedráticos entregados y apasionados a su labor, no basta solo con exprimirlos y aprender todo lo que se pueda. Debemos reconocer su labor y sobre todo, compartir el conocimiento que se nos obsequió. 

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