Andrés Cano / SocialLab Guatemala

El filósofo y periodista italiano Antonio Gramsci, definía la crisis como el proceso histórico donde “lo nuevo no acaba de nacer, y lo viejo no termina de morir”.

Hablar de economía y tradición productiva en este territorio, implica volver al menos 3mil años atrás, cuando los mayas articulaban las Tierras Bajas con la Costa Sur y ciudades como Kaminal Juyú. Esto  a través de un sistema de intercambio de valor con piedras preciosas, minerales, semillas y conchas. Estos productos podrían ser lo que hoy se conoce como commodities y estaban destinados (en su mayoría) a satisfacer la ambición y gusto de las élites religiosas, económicas y políticas de aquel entonces. No solo localmente, sino como una estructura supraterritorial, que generaba una demanda y una dinámica social que favorecía la desigualdad y la concentración del poder.

En los últimos 500 años, evidentemente, nuestra matriz productiva sufrió cambios drásticos.

El proceso evolutivo de la cultura local ha sido interrumpido, forzado a través de la fuerza física y simbólica a someterse al sincretismo y a nuevas estructuras locales y globales de poder mucho más grandes y ambiciosas. Todo esto al extremo ilógico de haber convertido un territorio rico, en uno donde la amenaza a las distintas formas de vida pone en riesgo la viabilidad de nuestra especie.

Nuestros commodities hoy, 3 mil años después (café, azúcar, banano, palma africana, oro, níquel, etcétera), se sostienen sobre la misma lógica extractivista, explotadora y monocultivista. Cumplen un rol en la economía global y han generado riqueza desproporcionada de manera desigual. Esta combinación de incentivos y circunstancias, ha impedido que la vida se regenere en nuestros bosques, en nuestras escuelas, en nuestras familias y en nuestra sociedad.

Dislocar este modelo de desarrollo económico, social y cultural, pareciera un salto al vacío, un llamado a romper la normalidad que sostiene nuestro modo de vida de maneras enfermizas. La evidencia histórica, académica y científica comprueba la necesidad de transformar la complejidad de nuestra matriz productiva, garantizando que el valor que agregamos a nuestros commodities, esté necesariamente vinculado a la dignidad y el bienestar de nuestros pueblos, y que por ende, distribuya la riqueza que producimos de maneras más igualitarias.

Este proceso debe ser una apuesta por la innovación reconectiva, esa que apela a la raíz y a la memoria cultural para decidir desde ahí su propósito y rol dentro de la economía global.

Abogar por ella también implica el enorme desafío de de-construir conceptos como la competencia y la propiedad privada, para abrazar la colaboración y el respeto a las fuentes abiertas. Al fin y al cabo, somos organismos vivos, ecosistémicos que sobrevivimos cuando somos capaces de adaptarnos a nuestro entorno y sumarnos en colectivo a las fuerzas resilientes de la vida.

Con el objetivo de aportar a este proceso y en la búsqueda por seguir haciéndonos preguntas en colectivo, nace Socialab Guatemala; una apuesta por poner las fuerzas creativas, los cuerpos, los recursos y sobretodo los grandes privilegios al centro, para apostarlo todo por lo nuevo que debe nacer. Es así pues, que con la clara convicción de que la ruta parte del abrazo con nuestra pluralidad que lanzamos esta invitación amplia a compartir junto a otros el fuego y el pensar caminos.

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