Entro al vestidor y me pruebo esa mini falda que tanto me gustó. Me queda bien. Doy vuelta frente al espejo y veo que debajo se asoma el inicio de la celulitis que ocupa todo mi muslo, —me criticarán—, pienso.
Me la quito y me veo frente al espejo. Me doy cuenta que no estoy mal, que las marcas, las libras de más y el vello en mi cuerpo, es natural, es normal. Y hundida en mi permanente negatividad, en no ver lo bueno en mí, me doy cuenta que en esta sociedad nuestros complejos son lo único que está normalizado.
Ser gorda o delgada está bien mientras nosotras, como seres humanos, nos sintamos cómodas con nuestra apariencia. No es obligación ni viene en ningún manual que aún sintiéndome bien debo cumplir con el requisito de ir al gimnasio porque debo agradar a los que están a mi alrededor, este, como uno de los millones de ejemplos que existen.
Liberarnos de la aprobación social y aprender a darnos cuenta que todo a nuestro alrededor nos obliga a cumplir estándares de belleza, patrocinados por el patriarcado, para mantener baja nuestra autoestima, ese es su truco para imponer su superioridad con nosotras.
Por siglos de siglos, las mujeres hemos sido criadas para ser bonitas, desde que se sabe que seremos mujeres nos cosifican y nos sexualizan. Nacemos con un valor minimizado, por la sociedad, para crecer creyendo que no contamos con la capacidad de poder ir más allá.
Por lo mismo, nos colonizan con la mentalidad de que nuestra apariencia física únicamente es válida si el análisis y la aprobación la aporta una tercera persona, porque el “auto” es muy modesto, porque a nosotras no nos corresponde opinar sobre el tema. Por eso, nos obligan a vivir buscando la aprobación de los demás.
Y como si fuera poco nacer con el estereotipo de discriminación, únicamente por el genital que tenemos, también nos clasifican por colores, religiones, estatus social, etc.
Lo importante es que entre nosotras como hermandad entre mujeres, nos demos el amor que nos intentan quitar, porque lo que quieren es eliminar incluso hasta la sororidad, la fraternidad y solidaridad entre nosotras.
Cuando pasamos de la dependencia a la liberación y comenzamos a llenarnos de amor, nos volvemos una amenaza para la industria porque eliminamos las cadenas no solo del patriarcado sino del consumismo y del estar atadas a un sistema que busca la inseguridad en las mujeres. Nos juzgan por querernos, catalogándonos como soberbias.
Porque manejan una psicología que busca hacernos sentir culpables por reconocer quienes somos y querernos por la misma razón. No importa de qué manera pero el punto es alcanzar su objetivo. Lo que buscan es hacernos sentir insuficientes cuando realizamos una acción que nos evidencie como mujeres libres e independientes.
Los prototipos que juegan a que los cumplamos, los eximen del trabajo ilegal que es prohibirnos ser o expresarnos de la manera que queramos. Porque todo este proceso pensado de la belleza, provoca que nos auto-censuremos y esa es la fuente de control que utilizan hacia nosotras.
Al final, caemos en una libertad de expresión indirectamente desigual, porque las mujeres la tenemos limitada. Todas somos lindas, y debemos decirlo sin censurarnos ni sentir pena, porque no somos inferiores.
Recordemos que nosotras mismas somos nuestro soporte y tenemos la oportunidad de querernos y abrazarnos.
Esta es una lucha de mucho trabajo, pero, es necesaria. Está bien que seamos de diferentes tamaños, que algunas amemos el maquillaje y que otras no tanto, y que nuestros colores, culturas y gustos varíen. Eso es lo que le da el sentido a nuestra existencia.