Brújula/
223 jóvenes, entre 15 y 18, se encuentran secuestradas desde el pasado 14 de abril por el grupo radical islamista Boko Haram, en Nigeria.
223 jóvenes que podrían ser guatemaltecas, rusas, peruanas o españolas. 223 jóvenes con sueños, temores, esperanzas y desafíos. 223 mujeres que en estos momentos llevan 28 días capturadas y un sinfín de mensajes de terceros solicitando su liberación, sin tener muy claro cuál será el desenlace final de esta historia. Seguramente muchos de nosotros hemos visto y leído en las últimas semanas las fotografías y hashtags que han estado circulando sobre el mensaje “Bring back our girls”, pero poco sabemos el porqué del mismo.
Bring back our girls es una campaña que inició y se expandió en las redes sociales, como presión para solicitar la liberación de estas “niñas” nigerianas, quienes han sido secuestradas por un grupo extremista islamista, con amenazas de ser vendidas para su explotación sexual. “Niñas” porque realmente son jóvenes entre 15 y 18 años quienes se encuentran en manos del grupo terrorista.
El 14 de abril 270 jóvenes asistían a su centro educativo cristiano en la comunidad Chibok cuando llegaron siete camiones de carga y con la promesa de que no pasaría nada malo, hombres armados vestidos de militares ingresaron al centro y se las llevaron. 53 jóvenes lograron escapar durante el camino; sin embargo, 223 aún se encuentran en manos del grupo que lidera Abubakar Shekau.
“Solo porque tomé algunas niñas que estaban recibiendo educación occidental todos están haciendo escándalo,” mencionó Abubakar Shekau en un video que circuló en Internet durante las últimas semanas.
Durante el video, el líder del grupo afirma que si no aceptan su trato – liberación de prisioneros islamistas- venderá a las jóvenes como esclavas sexuales. “Yo he secuestrado a sus niñas. Hay un mercado para venderlas como esclavas. Alá me dice que debo venderlas. Él me ordena venderlas. Venderé a las mujeres”, sostiene. Es decir, el grupo está pensando utilizar a las jóvenes como mujeres para la trata de personas.
ONU mujeres ha afirmado en diversas ocasiones que la violación sexual es empleada de manera regular como arma de guerra y como medio para aterrorizar a la población y destruir los vínculos comunitarios. Las adolescentes corren especial riesgo de ser violadas, secuestradas o víctimas de la trata de personas y la prostitución.[1] La Organización de Naciones Unidas publicó un comunicado ante la situación de las jóvenes nigerianas. Países como Francia, Estados Unidos e Israel ya ofrecieron su ayuda para encontrarlas y rescatarlas. Sin embargo, para muchos la “indignación” de la ONU no es suficiente. Grupos de derechos humanos en Nigeria han demandado que el Consejo de Seguridad imponga sanciones al grupo Boko Haram, siendo esto su competencia al tener que velar por la paz y la seguridad internacional.
Después de la ONU, quien está obligada a actuar y pareciera no hacerlo, las potencias mundiales y sus ofrecimientos de ayuda internacional, estamos nosotros los ciudadanos, quienes nos sumamos de una u otra manera a la problemática. Estamos pendientes de lo que sucede con las niñas en Nigeria. Seguimos el hashtag, aplaudimos a los artistas internacionales que se han sumado a la campaña y nos indignamos por lo que sucede en nuestro planeta. Luego vienen las críticas de otros sobre cómo nos quedamos sentados y no hacemos nada más por las situaciones injustas, más allá de un “like” o un “fav”.
¿Pero es que realmente podemos hacer algo más por las jóvenes nigerianas?
Probablemente por ellas no, y el simple hecho de estar atentos a los que sucede con este caso, es un gran paso. Sin embargo, por otros miles de mujeres jóvenes que están siendo víctimas de trata de personas en nuestro país, sí podemos hacer mucho. Ellas están más cerca de lo que imaginamos: se encuentran encerradas en la casa de la vecina como “empleada doméstica” sin permisos para salir y con salarios míseros. Están en los prostíbulos que vemos en las calles, donde algunas asoman sus cuerpos para venderlos, a cambio de dinero que no siempre va a parar en sus manos. Están en nuestras fronteras forzadas a vender sus órganos. La trata de personas es un problema mundial, y Guatemala no es la excepción.
¿Qué podemos hacer? Denunciar ante las organizaciones que trabajan el tema de trata de persona en Guatemala cuando percibamos algo extraño, cuando descubramos en la mirada de una mujer un llamado de auxilio. Probablemente no logremos erradicar el problema, pero sí podremos erradicar el infierno en una mujer. Porque en Nigeria, Guatemala y en el resto del mundo, todos debemos exigir un alto a la explotación y trata de las mujeres.