Interesante el contraste entre izquierdas y derechas en la juventud. Hubo un tiempo para las protestas del 2015, donde estudiantes de la Universidad de San Carlos, Landívar, Del Valle y Francisco Marroquín, de distintas carreras nos reuníamos. Así fue como creamos la Coordinadora de Estudiantes Universitarios de Guatemala (CEUG). El ejercicio fue todo un experimento sociológico, empezando porque muchos de las universidades privadas apenas conocíamos el campus de la USAC y ni sabíamos muy bien cómo esta funcionaba. No se me olvida el día cuando nos sentamos en una de las aulas de la Facultad de Políticas a redactar un documento de principios generales; una especie de ideas base para formular a partir de ellas los demás proyectos. Fue la primera vez que vi a mi país en ideas, en chiquito, pero en ideas. Todas distintas y algunas muy distantes.

Para qué mencionar que en lo único en lo que todos estuvimos de acuerdo fue en que queríamos una Guatemala mejor, pero el pensamiento de cómo hacerlo era (es), diametralmente distinto. Los postulados fueron del general al específico y todos los que estuvieron presentes en aquella reunión, saben que el mayor problema fue en la redacción de una de las consignas de la USAC cuando se propuso un postulado sobre la distribución de las tierras.

Se armó un gran lío.

La representante de la Marro no estuvo de acuerdo y no es para ponerla en evidencia, porque los landivarianos estuvimos de acuerdo con ella en muchos puntos, pero solo en este disentimos y decidimos apoyar a San Carlos. Los de la Del Valle querían modificar la redacción exacta pero no estaban en desacuerdo en su totalidad con la idea. No voy a adentrarme más en lo que sucedió porque después de 20 minutos de una discusión bilateral bastante fuerte, pero simpática por los términos, entre un representante de la USAC y una de la Marro, decidimos quitar el postulado bajo la excusa que no formaba parte de nuestros objetivos como colectivo; aunque yo me quedé bastante pensativa por lo que acababa de suceder. Recuerdo haberle mencionado a uno de mis compañeros de la Landívar que esto parecía el Congreso en pequeño; ¿cómo arreglar esa parte donde la discusión se vuelve visceral porque toca ideales enseñados desde hace mucho tiempo? Nosotros somos los jóvenes, los que deberíamos estar cambiando el discurso heredado, el que los mayores han escuchado desde hace décadas y por algún motivo, sigue aquí.

Lo cuento en público a manera de ejemplo de lo que se vive en el país de los jóvenes y de una manera muy… light. Cuando fui estudiante de derecho, nunca vi una discusión tan chocante y apasionada como la de aquél día donde por ratos parecía que Von Mises peleaba con el mismísimo Marx; fue una discusión verdaderamente ideológica. Es muy probable que yo dentro de mi burbuja landivariana no la haya visto nunca porque pasa lo que vemos en las redes sociales comúnmente o en nuestro grupo de amigos: nos juntamos con gente que tiene similares ideas a nosotros y compartimos más de algo siempre por estar dentro de un mismo espectro ideológico. Rara vez podemos conversar -sin pelear- con alguien que no comparta nuestras ideas en lo absoluto.

El problema de las generaciones mayores, es que tienen un criterio inamovible. Es difícil encontrar personas nacidas en el marco de los años ’40 con razonamientos flexibles o dispuestos a escuchar opiniones abismalmente distintas. El ser humano siempre quiere tener la razón aún si los argumentos son falaces.

Ahora, veo muy distinto las conversaciones de temas espinosos: la revolución del ’44, el Conflicto Interno Armado (si hubo o no genocidio), la Reforma Agraria, la CICIG, los gobiernos de derecha y militares, los temas relativos a leyes como la Electoral, Competencia, Tributarias y uno de los tópicos donde siempre hay diferencias: el económico.

Desde esta discusión en la San Carlos, me dan miedo los pensamientos alineados, sin grises ni medios; fanáticos. Me dan miedo las ideas impuestas sin consenso. Me dan pavor los privilegios y el aprovechamiento de la ignorancia ajena para hacer jugadas en contra de un grupo determinado.

Desconfío ahora de las cajas de resonancia porque aunque son importantes para compartir ideas, nos encierran dentro de un cuadrado oscuro donde solo suena el eco de los mismos pensamientos añejados.

Imagen

Compartir