cuarto

Alexander López / Opinión /

¿Por qué el gesto o la palabra me ofende demasiado? Y más que ofenderme, me hace sentir palpitar las venas y pensar que no puede estar pasando, que no me lo están diciendo. Es como perder la razón y embotarse en un sentimiento de tristeza y rechazo intenso en el cual mi corazón busca correr, gritar y llorar.

Mi cuerpo se paraliza y trata de pensar que no ha sucedido nada; la alarma de mi mente reacciona y trata de compensar el sentimiento intenso pensando racionalmente en las distintas formas positivas en las que debo recibir el desprecio o el comentario negativo. Son ideas que van y vienen, y que con los sentimientos mezclados me dan una reacción alérgica a la vida. Comienzo a pensar en la muerte, en el suicidio, o la forma más eficaz de hacerme doler o lastimarme físicamente; a pensar en que la vida ya no tiene solución. Anteriormente Dios me ayudaba demasiado, pero ahora ha desaparecido y no puede sostenerme, no puedo agarrarme. El tirón de la vida es demasiado fácil de jalar y en un abrir de ojos puedo terminar con ella.

Respiro y tomo conciencia, trato de pensar en otra situación alegre; sin embargo, pienso que me acompaña toda la vida y que no podré librar una batalla más. Pero también está el cómo poder lastimar al otro, no de forma física, sino emocional… hacer compartir mi tristeza de forma dolorosa como la siento en este momento.

La lógica de la vida se retira de mi mente y se resguarda en el rincón más alejado de la razón.

Quiero detener lo lastimado que está mi corazón, no puedo dar más. Entonces escapo a la situación, me levanto y me voy a otro lugar a llorar desenfrenadamente, mientras hago pensar al otro que es su culpa… continúo manipulando la situación.

Mendigo amor, mendigo afecto hasta el punto que me utiliza como objeto afectivo para sus propios beneficios. Yo mientras tanto muero por dentro. Busco una familia, busco un amigo, me busco a mí mismo… no tiene importancia, lo que más importa es que siento esto y debo apagarlo mientras no cometa una estupidez.

Enfrentarme a mí mismo me lleva a encontrarte a ti… trastorno. ¿Cómo puedes arrebatarme lo poco que he hecho para llevarme al precipicio de la muerte? ¿Cuándo me dejarás libre? ¿Viviré para siempre contigo? Ahora me visitas más frecuentemente. ¡Qué doloroso es sentirse rechazado por tu propia familia y por tus amigos! Ellos no lo hacen intencionalmente. ¿Viviré solo para toda mi vida? ¿Qué deseo obtener de ellos? ¿Qué deseo hacer? ¿Hablar? ¿Los otros tendrán la respuesta a mi necesidad? Es una injusticia.

Simplemente tomaré mi maleta de la soledad y me iré de nuevo buscando posada afectiva en el que me quiera, aunque después nuevamente me deje solo. Y comienzo mi recorrido por el desierto de los ideales emocionales y vuelvo a encontrar una parada que me hará mucho más daño, pero que me mantendrá vivo por un cierto tiempo.

Mendigar amor, eso es lo que mi vida hace. Al mismo tiempo Dios y mi otro yo tratan de tener todo bajo control. Mi vida es sedentaria y permanece en el mismo lugar, siempre quiere más y recorrer la vida por donde más me lastimen.

Pero hablo y luego te vas de nuevo… gracias a Dios. Ya no estás más conmigo –por el momento-. Me despido de ti a través de mi verbalización y mi descontento. He tenido suerte ahora, he encontrado alguien quien me escuche y me entienda, más allá de la vergüenza o la inmoralidad. Y por un instante pienso que fue solo más que un sueño, que pude haberme dañado o dañar a los otros, pero ahora sigo vivo para seguir luchando.

Me vuelvo más fuerte cada vez que me visitas intensidad emocional.

 Imagen

Compartir