Por: Daniela Moreno
Desde pequeños nos han enseñado a dar los buenos días, a ser amables, a respetar a los mayores, entre otras cosas. Sin embargo, hay una cosa que nunca nos enseñaron y es a respetar a nuestro planeta. Esto no era una preocupación cuando teníamos 1 año sino ha ido aumentando conforme crecemos. ¿No es curioso como los grados de contaminación han aumentado al igual que la edad de nuestra generación? Para pocos esto llega a ser una curiosidad que genera la motivación para comenzar un cambio en sus vidas que ayude al planeta, para otros solo llega a ser una “ridiculez” el no usar pajillas de plástico, no usar bolsas de plástico y lo miran como un pequeño acto que no va a beneficiar al ambiente pero si todos hicieran este cambio se notaría el cambio que estamos generando con pequeñas acciones.
Aparte de ser una curiosidad, es una ventana para recapacitar sobre nuestra acción en el planeta. Es una oportunidad para pensar en nuestro futuro y en nuestra salud. Somos jóvenes que estamos motivados a llegar a cumplir las metas que nos proponemos pero, cómo lo vamos a hacer si ni siquiera podemos cuidar del planeta que nos mantiene con vida.
Actualmente existen especies en peligro de extinción, tenemos cifras alarmantes sobre la cantidad de basura que puede producir una persona al día, y todos estos números son ignorados. Pero, ¿qué pasa con las generaciones que vienen abajo? ¿Cuál es el planeta que les vamos a dejar a nuestros hijos si no hacemos nada al respecto?
Somos una generación egoísta, que desgasta los recursos que el planeta nos da y no devolvemos nada a cambio para que pueda seguir dando estos recursos por muchos años más.
Somos jóvenes tenemos metas, tenemos visión y una misión, pero por ambiciosos dejamos a un lado la razón que nos permite estar con vida. Dejamos de pensar en nuestro planeta y lo que está sufriendo por no querer generar un cambio que impacte, sufre porque en lugar de unirnos como generación nos dividimos en grupos. Uno que es ambientalistas y otro que se burla de ellos.