La escritora chilena Isabel Allende dijo una vez en una entrevista que “la tristeza es como un animal manso, que de vez en cuando me da un zarpazo, pero en general nos llevamos bien”.  Esta frase puede ayudar a entender cómo es el mecanismo de la vida, especialmente con las cuestiones que son ajenas a nuestra voluntad y que aparecen como ladrón en la noche, causando estragos dentro de nosotros. Yo me atrevería a cambiar un poco lo que dijo Allende y afirmar que la vida es como un animal manso, que de vez en cuando nos da un zarpazo, pero que en general nos llevamos bien con ella.

Porque a veces la vida nos exige que nademos contracorriente, que hagamos lo inimaginable y que aprendamos a reinventar nuestros mundos cuando los infortunios tocan nuestra puerta. Los seres humanos somos entes complejos, llenos de ideas y sentimientos, de sueños y metas, cada uno con una concepción sobre nuestra existencia y lo que conlleva sobrevivir en este mundo tan extraño. Por ende, somos seres que inventan mundos en su cabeza, que juegan con el orden de las cosas, que buscan respuestas en lugares silenciosos y que siempre están tratando de buscar la relación que existe entre lo que deseamos y lo que realmente ocurre afuera de nosotros.

La mala noticia es que a veces existe una relación negativa entro lo que anhelamos y lo que realmente nos pasa. Es en ese momento donde nuestro mundo interior se desploma; hay un sismo que desordena y altera todo. Solo quedan los restos de lo que algún día fue un lugar donde todo estaba en perfecto equilibrio, y la paz y la felicidad eran los motores que estimulaban todo lo que ahí ocurría.

En lo personal, muchas veces he visto que mis mundos se desploman.

Hay sucesos, externos a mi voluntad, que alteran el orden de las cosas que yo planeo o deseo. A veces es difícil concebir por qué hay eventos que ocurren, que solo nos dañan y nos hacen tambalear un poco. La muerte de un amigo o un familiar, una mala experiencia académica, el bullying, una ruptura amorosa o todo aquello que hace que nuestra mente y nuestro corazón se detengan por un momento.

Lastimosamente, no existe una medicina o una fórmula para poder sanar muchas cosas que nos lastiman. Afortunadamente, sí existen mecanismos que nos ayudan a ordenar nuestras ideas para encontrar lo que queremos y lo que anhelamos. La reflexión, las charlas con amigos, la consejería y la lectura, pueden ser factores que pueden ayudar a despejar la mente para poder empezar a construir de nuevo esos mundos que se vieron afectados por los hechos de la realidad.

Poco a poco, conforme vamos creciendo, aprendemos a blindarnos y a saber qué hacer cuando ocurren ciertas cosas que sabemos que nos pueden hacer daño. Las paredes de nuestros mundos son tan resistentes que a pesar del sismo, la construcción sigue sólida y no se derrumba fácilmente.

Y ese es el reto: vivir sin miedo, aprender a soñar y a estar listo cuando alguna tormenta venga.

En medio del caos y el desorden, podemos volver a construir nuestros sueños y a valorar que a pesar de la tristeza y de la frustración por lo que nos ocurre, seguimos vivos y podemos ser los arquitectos de nuestro futuro, nadando contracorriente y haciendo lo inimaginable.

Sí, amigos, la vida es como un animal manso que nos puede sorprender de vez en cuando, pero podemos aprender a llevarnos bien con ella. Seguimos vivos, y eso es lo que importa.

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