Mauricio Benard/ Opinión/
Las sociedades se definen por los tipos de líderes que producen. Se diferencian de otras por los líderes que siguen, o por los símbolos y principios que defienden y promueven. La historia de la humanidad ha tenido miles de casos (positivos y negativos) que han determinado nuestro entendimiento sobre temas tan diversos que van desde la religión, la política, la filosofía, la guerra o el amor y el liderazgo. Este último, ha tenido muchos significados que han variado según su tiempo y espacio.
Considerando esto, creo oportuno preguntarnos qué entendemos hoy por liderazgo y cómo son nuestros líderes; pues a veces creo que en nuestro contexto la palabra “líder” se está tergiversando y tengo miedo que le perdamos su verdadero valor y significado. Pero por favor, no me malinterpreten, ya que cuando me refiero a esta palabra no hablo de una institución, un grupo o una persona específica. Hago alusión a los símbolos o personas que hoy por hoy respetamos, defendemos y de los cuales nos sentimos orgullosos.
Recordemos que un líder puede llevar a una nación entera a darle la espalda al racismo y la discriminación (como lo hizo Mandela), o puede hacerle creer a miles que son “superiores” y “más puros” que otros, provocando grandes errores en la humanidad, como lo fue el holocausto impulsado por Hitler.
Los líderes guían a las mismas sociedades que los producen y por ello la importancia en la valorización de este concepto.
Tomando en cuenta lo anterior, dirijo estas líneas a los jóvenes entre los 20 y 30 años, ya que les quiero hacer algunas interrogantes sobre qué tipo de líderes seremos para nuestra sociedad, cuando nuestra edad ronde entre los 50 o 60 años. Es decir dentro de unas dos o tres décadas.
Es necesario resaltar que no solamente debemos preocuparnos por el tipo de líderes que tenemos frente a nosotros -los actuales-, sino por el tipo de líder que queremos ser para nuestros hijos (que tal vez sea más importante). Cuestionémonos sobre qué ejemplos produce nuestra sociedad y cuáles van a ser nuestros modelos a seguir. ¿Los conciliadores, los solidarios y los que prefieran la virtud y luchen contra la apatía, o los que elijan la corrupción y el beneficio propio por sobre los demás? ¿Acaso vamos a seguir teniendo los mismos problemas que tenemos hoy, por el tipo de líderes que estamos produciendo, o proyectamos ante nosotros una sociedad más unida y justa gracias a los ciudadanos que seremos en el futuro?
Tal vez algunos se preguntarán si nuestra sociedad es capaz de producir los líderes que llamen a la unidad y a la confianza, y si entre nosotros está ese tipo de ciudadano alentador y responsable que sea capaz de encontrar el consenso y la unidad que nuestras comunidades tanto necesitan. Por esto, antes de criticar a las generaciones mayores por los problemas que tiene nuestra sociedad, no olvidemos cuestionarnos, ni dejemos de creer que entre nosotros se encuentra el tipo de ciudadano que puede dar más de sí mismo para servir a los demás.
No dejemos que la palabra líder se tergiverse y que algunos la falsifiquen, haciéndonos creer que son los ejemplos que nuestra sociedad merece.
No tengamos miedo de creer que entre nosotros se encuentran los ciudadanos capaces de promover al líder más justo, el más verás y el más humano. Tomemos como ejemplo al que se equivoca y se levanta mil veces después de las mil que se cayó, y comencemos a fijarnos como símbolos aquellas cosas y personas que nos alienten a ser mejores, más consientes sobre nuestra realidad y sus problemas y más comprometidos con su cambio.
Puede que nuestra sociedad sea criticada por su clase política, por sus empresarios o por algunos de sus gremios, pero no olvidemos que cuando llegue su momento también será cuestionada por los habitantes que seremos en el futuro. Así que no olvidemos de seguir motivándonos a convertirnos en los ciudadanos y líderes que queremos ser y ver en nuestra sociedad.