Luis Arturo Palmieri/ Opinión/
Me muero de las ganas de contarles una experiencia que, creo yo, tiene el potencial de cambiar mi vida. Espero se tomen unos breves minutos para leerla y ver el video.
Hace algunos días con los compañeros de Brújula al aeropuerto de la Fuerza Aérea Guatemalteca para atender a los migrantes que vienen deportados de Estados Unidos. Llegaron 2 vuelos con aproximadamente 100 personas cada uno. No tuve la oportunidad de hablar con cada una de las personas que vinieron, pero sí tuve la suerte de platicar con unos pocos. Es de verdad IMPRESIONANTE la realidad de nuestro país y cuán aislados estamos (me incluyo) de los problemas que afrontan otros guatemaltecos.
Para serles sinceros, nunca me había llamado mucho la atención el tema de los migrantes.
Pero hoy ya no fue una opción voltear la cabeza y cerrar los ojos, tuve que ver de frente, escuchar, tocar y hablar con estas personas. A continuación un poco de las sorprendentes cosas que me contaron.
Las personas se preparan con muchos meses de anticipación, recaudando dinero de sus familiares y ahorrando lo más que puedan. Según me cuentan, el pago inicial al coyote -por motivo de sus servicios para ayudarlos a pasar de Guatemala a la frontera de México con Estados Unidos- es entre Q.6,000 y Q.20,000. Abner, la persona del video, vendía medicinas de puerta en puerta, de plaza en plaza, en un recóndito pueblo de San Marcos y así, tras muchos meses de trabajo y ayuda de sus familiares –quienes también están en precaria condición económica- logró recolectar el pago inicial del coyote.
Así inicia la travesía de estas personas, con un pequeño bulto en donde llevan otra mudada, algunas fotos, papeles con números de familiares, un poco de dinero y una que otra galleta para comer. Si van tomando buses se tardan aproximadamente una semana en llegar a la frontera de México con Estados Unidos. Hagan las cuentas de cuánto tardan si el viaje es caminando. Me impresionó escuchar que en el camino se van encontrando con grupos de Zetas. Estos –me comenta Abner y otros que conocí hoy- siempre están bajo los efectos de marihuana y cocaína. A los deportados les quitan sus pertenencias, les piden dinero, y de paso, los golpean. A las mujeres las llegan a buscar a los albergues donde están los deportados y, con armas en mano, las golpean y luego se las llevan (innecesario describir para qué se las llevan). Al día siguiente los Zetas regresan a las mujeres que se habían llevado para que continúen la travesía. Es importante mencionar que cada persona que contrató un coyote lleva un código, el cual piden los Zetas a la hora de pasar por su territorio. Si los migrantes no tienen el código, entonces los secuestran y a los familiares les piden $10,000 dólares por el rescate. Si no tienen ni el dinero ni el código, les cortan la cabeza. Esto no es ningún cuento, me lo ha dicho una persona que estuvo cara a cara con esos tipos, y que por suerte, llevaba su código (se lo dio el coyote al salir de Guatemala y era: Comandante David) y con él pudo continuar.
Mientras cruzan el desierto van escondiéndose de policías y de los agentes de migración que están “de cacería”. A una señora le pregunté cómo la agarraron y riéndose con cólera, me dijo: “a mí no me agarraron, yo me entregué porque llevaba 3 días caminando en el desierto, violada, sin agua y sin comida”. Otro señor me comenta que si logran llegar a Houston (luego de tomar un camión desde Texas), tienen que hacerle el pago final de $6,000 al coyote que los ayudó a pasar. Este generalmente lo hacen los familiares que los migrantes tienen en Estados Unidos, por medio de transferencias bancarias. Si no logran pasar a Houston, no están obligados a hacer este pago.
Con quien tuve la oportunidad de hablar fue con Abner, el señor del video que les muestro hoy. Abner llegó aquí a Guatemala y no tiene ni familia, ni casa, ni esperanza. Viene sin un quetzal, sin su bulto porque los policías gringos se lo tiraron todo a la basura (así hacen con el de todos los mojados). La mayoría de personas que descienden del avión “People Express”, vienen con zapatos sin cordones, camisas con hoyos, pantalones rotos, billeteras llenas de papeles con números, una Biblia (que se las regalan en Estados Unidos) y nada más.
Lastimosamente no poseo muchas habilidades periodísticas, por lo que no pude hacer las preguntas adecuadas en el video y de esta manera extraer la información más impactante que ya antes me había contado Abner. Sin embargo, creo que más de algo es rescatable.
Siento que tengo mucho más que decir y muchas más anécdotas de estas personas que contarles, pero si lo pusiera todo aquí seguramente sería una nota muy larga como para que la lean.
Espero con esto haberles dado un valioso pequeño extracto de mi experiencia. Me informaré, me seguiré involucrando y trataré de mantenerme lo más cerca posible de este asunto para así, cuando se me dé la oportunidad de formar parte un gobierno, tratar de solucionar los problemas internos de nuestro país que son la chispa generadora de ese sentimiento que constriñe a estas personas a dejar atrás su país y su familia.