Cuando uno abre su corazón lo único que espera es ser comprendido. Lo mismo ocurre cuando alguien decide compartir con uno todo lo que su corazón necesita decir. La empatía y la reciprocidad son clave en el desarrollo de las relaciones interpersonales y a veces, la ausencia de estos elementos tiende a distorsionar las percepción que tienen las personas acerca de la amistad y el amor.
Y esto no aplica solamente a ocasiones de tristeza o dolor. También puede ocurrir en momentos de inmensa alegría. En el primer caso, la persona se ve rodeada de algún problema que puede estar relacionado con cualquier esfera de su vida. En ese caso, necesita desahogarse y expresar de manera espontánea todas sus penas. En el segundo caso, la persona tiene una buena noticia que compartir o está gestando un plan a futuro que le provoca emoción y quiere compartirlo.
Dicho esto, creo que todos hemos estado en ambas situaciones. La vida es un vaivén que no podemos predecir y que no podemos trazar su tendencia debido a nuestro completo desconocimiento del futuro. Todos, en alguna ocasión, reímos y lloramos.
Al mismo tiempo, todos hemos acudido a alguien y alguien ha decidido buscarnos.
En lo personal, creo que ambas situaciones son enriquecedoras para los seres humanos. Lastimosamente, a veces solo nos enfocamos en que los demás nos entiendan pero nuestro esfuerzo es escaso cuando nos toca la otra parte. Estar tan enfocados en nosotros mismos nos puede encerrar en una burbuja y en un mundo egoísta.
Mi propósito es el de animar a todos los que lean estas líneas a que cada vez que alguien se acerque a contarles qué esta pasando en su vida, sean afables y traten con mucha humildad de ponerse en los zapatos del otro. Y al contrario, cuando ustedes sean los que acudan a alguien para expresar sus emociones, pidan con sinceridad que la otra persona los comprenda.
Con pequeños pasos podemos mejorar nuestras relaciones. Solo debemos ser humildes, pacientes y comprensivos.
¿Quién se apunta?