Luis Arturo Palmieri Núñez/ Corresponsal/ Opinión/
El presente artículo lo hago en honor a una persona que para mí suerte y fortuna se ha convertido en mi mentor y guía tanto en el ámbito jurídico como en el político. Digo que le quiero hacer honor con el artículo de hoy porque voy a comentar un libro que él me regaló hace unos meses y para ello voy a utilizar el método que él, muy originalmente, utiliza en muchas de sus columnas de opinión.
A veces me gusta pensar que este libro (PLUTARCO, “Consejos a los políticos para gobernar bien”, Ediciones Siruela, España, 2009) es y va ser mi manual para gobernar bien; lamentablemente, apenas empiezo a descubrir que tal cosa como un manual para gobernar bien, no existe. Pero el hecho de que no exista tal cosa no quiere decir que no podamos encontrar obras que tengan muchas útiles enseñanzas. Las que encontré en este libro, han sido ya asentadas celosamente en mi libreta personal de notas políticas que lleva el título de “El nacimiento de un político”.
Creo conveniente comentarles que los siguientes preceptos fueron escritos hace casi 2,000 años (entre el año 50 y el año 120 d.C.) y ya verán ustedes que, increíblemente, se amoldan perfectamente a nuestra realidad. Sin más preámbulo, cito a continuación una somera lista de mis favoritas:
- “Por eso es difícil dar consejos sobre asuntos de gobierno a los gobernantes. Ellos, en efecto, temen aceptar a la razón como guía, no sea que les recorte los privilegios de su poder, haciéndolos esclavos del deber”. P. 37.
- “La mayoría cree neciamente que la primera ventaja de gobernar es el no ser gobernado”. P. 37.
- “El gobernante debe conseguir primero el dominio sobre sí mismo, dirigir rectamente su alma y conformar su carácter (…) porque, sin duda, uno que está caído no puede enderezar a otros ni, si es ignorante, enseñar ni, si es desordenado, ordenar (…) o gobernar, si no está bajo ninguna norma”. P. 37.
- “La justicia es el fin y la meta de la ley, pero la ley es obra del gobernante y el gobernante es la imagen de la divinidad”. P. 39.
- “Y los que, para entrar en la lucha política y la carrera hacia la gloria, componen un personaje (…) como los actores (…) es preciso que se arrepientan de su acción, ya que, o se hacen esclavos de aquellos sobre los que pretenden gobernar o chocan con aquellos que quieren agradar”. P. 52.
- “Pues los hombres que ocupan un cargo político no sólo deben dar cuenta de las cosas que dicen y hacen en público, sino que también deben preocuparse de sus comidas, de sus amores, de su matrimonio y de todas actividades frívolas y serias”. P. 55.
- “También los pueblos en las democracias, a causa de su libertinaje y soberbia, o por falta de líderes mejores, aceptan a los que primero encuentran, a pesar de aborrecerlos y despreciarlos”. Página 60.
- “El arte de gobernar al pueblo es el de convencerlo por medio de la palabra”. P. 66.
- “No son capaces de gobernar bien aquellos que antes no han aprendido a servir correctamente”. P. 82.
- Y de este último me encantaría que se enteraran los diputados: “Ya que toda magistratura es una cosa grande y sagrada, el que la ejerce debe honrarla de la manera más honrosa posible, pero la honra de una magistratura reside en la concordia y en la amistad con los colegas. (…) es necesario respetar al superior, dar prestigio al inferior, honrar al igual, ser amable y tratar como amigos a todos, pues esta amistad (…) ha surgido de la voluntad popular”. P. 117.
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