En los tiempos que vivimos actualmente, solamente queremos dejar de escuchar, leer y hablar del mismo tema que nos invade todos los días. La pandemia rodea todos los aspectos de nuestras vidas y sacarla de nuestras cabezas es otro de los grandes desafíos que tenemos. La sociedad no se está viendo fuertemente polarizada como lo ha sido en los últimos años, sin embargo, el llamado a la unidad ha enfrentado a quienes critican las acciones del gobierno, contra los que creen que no es momento de criticar sino de estar “unidos”. No busco recriminar acciones específicas del gobierno, sólo veo necesario recordar porque la crítica es una derecho que se debe ejercer y una herramienta para poder mejorar las políticas públicas.
Ser crítico del poder no es sólo una forma de ejercer nuestro derecho a la libre expresión, es una responsabilidad cívica tanto en tiempos normales como en atípicos. No hay que dejar que la pandemia reduzca las bases de nuestra democracia. La limitación de ciertas libertades está amparado en la Ley de Orden Público y en la Constitución de la República. El Ejecutivo cuenta con facultades para responder a catástrofes, guerras y en este caso a una pandemia, que ha alterado la normalidad de nuestra vida. Pero, la protección de las libertades que sí podemos seguir ejerciendo como la libre emisión de pensamiento, no debe de ser tomada a la ligera, ya que al ejercerla, la protegemos.
La libre emisión de pensamiento NO debe de ser vista como un deseo en contra de las políticas públicas, sino como opiniones que pueden aportar a la respuesta contra la pandemia.
Así se ha logrado que el gobierno explique sobre sus acciones como por ejemplo, la razón de no masificar las pruebas y con un poco de más conflicto, se logró cierta explicación de la repartición territorial de los contagios. Nadie quiere que al gobierno le vaya mal, porque si ellos lo hacen mal, todos sufrimos las consecuencias pero, eso no deja abierta la puerta a ser permisivos y confiados. Es necesario exigir al poder para obtener mejores resultados, además que se pueden aportar ideas al hacerlo. Contraponer ideas permite crear nuevas.
Exigir que las estadísticas, datos, cifras y números sean conocidos es una obligación que los funcionarios le deben a la sociedad civil y un derecho que tenemos de acceder a la información pública de forma transparente. Hay que exigir la información pública, ya que es mejor pecar por desconfiados que por creer ciegamente. La desconfianza puede generar conflictos, pero la fe ciega puede llevar a la muerte de muchos. Dudar del gobierno no es algo personal en contra del presidente, es la experiencia la que nos llama a examinar minuciosamente las acciones de nuestros gobernantes.
Al poder nunca se le debe dejar sin guardia, incluso ahora durante la pandemia han habido esfuerzos por parte de otros gobernantes del mundo que han buscado afianzarse en el poder o expandir su control aprovechando medidas de emergencias (Hungría el mejor ejemplo). No es esto de ninguna forma una acusación de autoritarismo para el gobierno, sino un llamado de atención a que existen jugadas debajo de la mesa que no se detienen por ninguna crisis. Las acciones del Congreso con las ampliaciones presupuestarias para los dignatarios de la Nación y el PARLACEN son ejemplos cercanos de cómo la crisis puede ser aprovechada para otros intereses. ¿Quién sabe qué más cosas ocurren en la oscuridad?
No hay que confundir la muy promovida unidad nacional con dejadez y conformismo, algo que históricamente le hemos permitido una y otra vez a los gobernantes. La actual administración ha actuado en tiempo y correctamente en cuanto a la contención de la pandemia pero, aún desde nuestras casas, podemos participar en los ejercicios democráticos de rendición de cuentas y transparencia. Cuidar nuestra democracia depende de nosotros y es una de las pocas cosas que la pandemia no nos puede arrebatar.