Crecí leyendo a Mark Twain y sus obras más emblemáticas como Las Aventuras de Tom Sawyer y Las Aventuras de Huckleberry Finn. Desde pequeña fabricaba en mi pensamiento imágenes de los lugares que narraba, cómo eran los personajes, el pasar de las estaciones del año y hasta llegué a sentirme un personaje de las historias, como si yo hubiese sido una figura más de la novela.

De niña me fascinaba la idea que algún día yo pudiese ser parte de la historia del río Misisipi. Puesto que, a largo del tiempo para muchas personas, y en especial para los afroamericanos, este río representó un símbolo de libertad. Era un lugar donde podían escapar de la dura realidad de la esclavitud del sur estadounidense y posteriormente de las consecuencias de la segregación racial. Y como bien dicen, hay sueños que se hacen realidad. Hace algunos años, crucé el Misisipi y ahora con un poco más de experiencia, puedo decir que este me dejó una lección muy grande.

Puede que mientras lees estas líneas, pienses que este río es sólo una corriente natural de agua más, pero déjame decirte, que el río Misisipi resguarda algo mucho más poderoso. Y es que a lo largo del tiempo, ha llevado en sus aguas sueños, lágrimas, dolor, tristeza y esperanzas. Ha sido testigo de años de evolución, luchas, confrontación humana con naturaleza, de los tiempos de industrialización, las guerras y la llegada de las treguas. En él, se resguarda intrigas, misterios. Se alberga historias de amor y hasta de traición.

Lo que aprendí es que, así como dicen que no debemos regresar al pasado ni siquiera para tomar impulso, creo que a veces es necesario hacerlo. Esto para que podamos recordar quienes fuimos.

Alegrarnos por haber vivido, llorado, reído y haber tomado la decisión de apostarle al futuro, porque no se olvida de donde se viene, y es algo que no podemos cambiar; pero sí se puede decidir a dónde se va y con quiénes seguir esa travesía llamada vida. Puede que tus acompañantes sean tus miedos, inseguridades, dolor o prejuicios. Puede que decidas cargar tu maleta de cosas buenas, de las cualidades que te hacen único; esos sueños que tenías cuando eras un niño, la inocencia que te caracterizaba de chico e incluso un gran abastecimiento de entusiasmo, esperanza y amor.

Así como cruzar el Misisipi, debemos atrevernos a cruzar los límites de nuestras vidas. Sean estos impuestos por otros o por nosotros mismos. Estamos en el deber de atravesar las barreras del miedo, conformismo, desesperanza y resignación. Tenemos en nuestras manos la decisión de forjarnos un futuro que tenga otro horizonte, un muelle diferente y nueva tierra a donde llegar. Puede que hasta labremos un arco iris que nos recuerde lo agradecidos que debemos estar por todo lo que hemos pasado, quienes hemos sido, lo que avanzamos y hasta donde llegamos. Seguro la travesía no será fácil, pero sin duda valdrá la pena. Porque al final eso que nos espera luego de cruzar aquello que nos ata, es lo que debe motivarnos a seguir hacia adelante, a sonreírle a la vida y a atrevernos a tener nuevas experiencias hasta alcanzar lo que soñamos.

Hoy ese río lleva mis lágrimas de alegría por ser parte de su ínfima historia.

Puedo decir que el Misisippi tiene espíritu, y es una muestra de la lucha que debemos enfrentar por ver el cambio hacia un mundo nuevo que debe empezar en nosotros. Estoy segura de que los hombres en él, seguirán encontrando serenidad, paz e inspiración en sus aguas porque éstas lavan las penas y seguirán siendo testigo de la evolución humana.

Al final del día, para mí significó mucho cruzar el Misisipi, pero tú ¿Qué es lo que debes cruzar para alcanzar lo que siempre soñaste?

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