Aubrey Guillén /
A partir de 2015, Guatemala ha sido testigo de diversos movimientos sociales que tienen una misma causa: la lucha contra la corrupción. Lamentablemente, a pesar de todas las manifestaciones, pronunciamientos y reclamos ciudadanos, la corrupción sigue incrustada en nuestra sociedad, al parecer es un monstruo que se resiste a desaparecer.
Nuestro país ha sido víctima de eventos lamentables a través de la historia. Luego de 36 años de conflicto armado interno con la Firma de la Paz, en la década de los noventa, parecía que teníamos una luz al final del túnel. A pesar de ello, con el cambio de autoridades, pareciera que el gobierno actual, es peor que el anterior, y cada cuatro años se acude a las urnas con la idea de que las cosas van y deben cambiar. Sin embargo, luego de unos cuantos meses, las cosas siguen igual e incluso muchas veces empeoran.
Uno de los casos más paradigmáticos de esta dinámica fue lo ocurrido a finales de 2015, en donde la Plaza pidió la renuncia del entonces Presidente y Vicepresidenta de la República, esto en su momento se consideró como una victoria en contra de la corrupción y, con las elecciones a la vuelta de la esquina, parecía que una vez más había una pequeña luz al final del túnel.
Sin embargo, nos perdimos en el camino.
De las elecciones de 2015 salió triunfador Jimmy Morales, al tratarse de una figura outsider del espectro político, aparentemente suponía un cambio de sistema. Sin embargo, tal como lo demuestra la literatura política, el acceso al poder de outsiders es considerado un peligro para el presidencialismo. Esto en función que no tienen la voluntad o la capacidad para negociar con otras fuerza políticas, porque no tienen la socialización política.[1]
Esta fue una de las principales carencias en los primeros meses de gestión del gobierno de Morales. Pasado el tiempo, nos encontramos nuevamente en una crisis política que a diferencia de 2015, tanto el Presidente Morales como la mayoría de diputados del Congreso de la República carecen de legitimidad en la población.
A raíz de ello, inicia una serie de diversas movilizaciones sociales exigiendo la depuración del Congreso de la República y la renuncia del presidente Morales. En las elecciones de 2015, se creyó que eligiendo por candidatos outsiders (tanto en el ejecutivo como el legislativo) Guatemala iba a ser diferente, sin embargo, la crisis actual nos refleja que a pesar de que en esta ocasión hubieron “nuevas caras” los problemas siguen presentes en nuestro sistema y de no hacer cambios estructurales, cuando despertemos, la corrupción seguirá allí.
Por ello, es de suma importancia que en este momento de crisis política se hagan los cambios estructurales que el país necesita.
Como ciudadanos debemos apostar por reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, la Ley de Servicio Civil, Ley de Compra y Contrataciones y reformas serias al sector Justicia, serían al menos, las primeras acciones a tomar y sabiendo qué reformar. Tocará ahora discutir ¿cómo hacerlo?
En ese sentido, es pertinente señalar que los problemas estructurales del país no se resuelven únicamente con una Plaza llena, esto se logra por medio del diálogo serio y consensuado entre diversos actores de la sociedad (basta ya de discursos divisionistas entre aparentes izquierdas y derechas), en donde, existan propuestas académicas, viables y consensuadas. Uno de los principales problemas de nuestra sociedad es que nos movemos entre blanco y negro, al parecer no conocemos los tonos grises. Por ello, como ciudadanos debemos ser responsables de no caer en extremismos y jugar un rol activo en la propuesta, de lo contrario tenemos el riesgo de que cuando nos despertemos, la corrupción siga allí.
[1] Carreras, M. (2013). Presidentes outsiders y ministros neófitos: un análisis a través del ejemplo de Fujimori. Universidad de Salamanca, Salamanca.