paso de cebra

Brújula/

En este país el peatón nunca lleva la vía, aunque realmente lo que sucede es que esta gran ciudad no está construida pensando en la persona. En aras de priorizar a los vehículos, los bocinazos son cada vez más, las banquetas cada vez más pequeñas, los pasos del peatón más estrechos.  Y es  que priorizar a los vehículos es priorizar las ganancias y el dinero de casas, negocios y centros comerciales, que en aras de no “desperdiciar” un metro cuadrado de los terrenos, llevan las construcciones hasta modos impensables, dejándonos literalmente un pedacito de tierra para caminar.

Además de que los grandes edificios no siempre piensen en el peatón, nuestro país también está lleno de conductores imprudentes, abusivos, intolerantes e irresponsables.  Conductores que, al momento de fungir su papel de peatones desean el trato más exquisito, pero una vez detrás del volante, asumen un rol autoritario e individualista hacia el resto de personas de su comunidad o ciudad. De más está decir que en Guatemala todavía falta mucho camino a recorrer en esto que muchos denominan cultura vial.

Historias para ejemplificar esto, pueden haber muchas: es viernes por la tarde, y el tráfico de la Ciudad de Guatemala está a reventar. Todos cansados manejamos por inercia, en el fondo sabemos que nuestro subconsciente conoce el camino de regreso a casa.  De pronto, un bocinazo nos recuerda que estamos en medio de una jungla automovilística.  El caos que representa estar sumergido en este mar de vehículos, se agrava cuando el conductor acelera para no dar vía o en el caso más amable, simplemente “se hace el loco”; una fila de vehículos agarra valor y se pasan todos en amarillo, un choque es generado por alguien que iba prestando más atención al celular que al camino, y -regresando al peatón- a pesar que nos pinten los pasos de cebra de tejidos típicos (¿recuerdan esa iniciativa?), estas siguen quedando como un aspecto ornamental de la ciudad, más que una obligación de paso a la persona que camina por las calles de nuestra ciudad.

En Guatemala, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), el subregistro indica un promedio de seis muertes diarias por accidentes de tránsito.

De acuerdo al matutino Prensa Libre, existe un promedio anual de 694 muertes por accidentes automovilísticos. Las cifras nos indican que es importante continuar trabajando en mejorar la cultura vial de los conductores de vehículos en nuestro país.

El 06 de octubre pasado, un accidente automovilístico adentro de las instalaciones de la Universidad Rafael Landívar causó revuelo. Las fotos en los celulares empezaron a llegar… que el joven iba distraído, que agarró muy rápido la curva, que el árbol quedó dañado, que dos jóvenes que caminaban por el Campus resultaron heridos.

Si no es posible que como país se garantice seguridad vial en la ciudad, al menos sí deberíamos intentar garantizar seguridad vial dentro de nuestros entornos más cercanos, los centros de estudio y trabajo.  Esto no será posible si como comunidad universitaria no asumimos la responsabilidad de lograr fortalecer nuestra cultura vial.  El joven que causó el accidente podrá ser un estudiante responsable en general; sin embargo, hay que reconocer que ese día actuó de manera imprudente e irresponsable.  No sabemos cuál fue la razón verídica del accidente; a pesar de ello, no podemos evitar mencionar que dos estudiantes ajenos al accidente tuvieron que recibir atención médica a causa del mismo, lo que agrava el hecho.

Este accidente no es el primero ni el último que sucede dentro de las instalaciones de la universidad.  Este suceso únicamente trajo consigo la discusión de lo mucho que debemos trabajar como comunidad universitaria para mejorar la cultura vial dentro de nuestras instalaciones.  Los túmulos y pasos de cebra son ignorados por muchos, pareciera que debemos pedir permiso antes de intentar atravesar los pasos peatonales.  A otros, pareciera que nos les importa interrumpir la vía con tal que el hijo-hija-hermano-novia se suba al carro.

Es cierto, el accidente causó un gran revuelo, pero el revuelo debería haber empezado hace mucho, exigiendo los mínimos respetos a las señales de tránsito que ya se encuentran colocados dentro de las instalaciones universitarias.

De acuerdo a una carta que nos hicieron llegar de parte de una de las familias de los estudiantes afectados, estas esperaban un poco más de apoyo o solidaridad por parte de la universidad, apoyo que se reflejó en el comunicado oficial emitido; sin embargo, para ellos esta muestra fue insuficiente.

Creer que nuestro centro de estudios es el lugar para una sociedad ideal, donde todos nos respetemos, existan condiciones justas para todos y como guinda del pastel, tengamos una cultura vial envidiable por parte de nuestros estudiantes, es utópico. Los conductores irresponsables que vemos todos los días en las calles no dejarán de serlo únicamente porque ingresan al campus de su universidad; sin embargo, sí podríamos garantizar que las autoridades universitarias sean más estrictas e impongan castigos o llamadas de atención a los estudiantes, docentes o personal administrativo que no respete los reglamentos de convivencia para la movilización dentro del establecimiento. Estas medidas que nos ayudan a construir ciudadanos responsables y respetuosos de las normas, son congruentes con los valores que la universidad busca transmitir.

La comunidad landivariana la conformamos todos, y por ende, todos somos responsables de garantizar un ambiente seguro y tranquilo dentro de la misma.

 

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