Gabriela Maldonado/ Corresponsal/ Opinión/
Fue la adolescencia, talvez, la que produjo tanta inquietud dentro de mí. O a lo mejor venía desde antes, y fue hasta ese entonces que los sentimientos se hicieron tan grandes que fue imposible ignorarlos. Ese año había sido uno de mucho cuestionamiento interno, de sentirme insatisfecha con mi vida, de querer más pero no saber ni qué ni cómo encontrarlo.
En los lugares ocultos del corazón,
Por donde tus pensamientos nunca piensan deambular,
Este comienzo se ha estado formando en silencio,
Esperando hasta que estuvieras lista para emerger.*
Una tarde soleada durante la hora de almuerzo en el colegio escuchaba música con un amigo y de repente, en mi búsqueda, encontré a Dios. De sorpresa fue una balada de rock cristiano la que me tocó: “How could I begin to make it, if all I had was me?” (¿Cómo podía comenzar a lograrlo si solo me tenía a mí?)
Y así como de la nada, todo hizo sentido: mi dolor, mi angustia, la soledad de mi alma. Había estado tratando de vivir confiando solo en mí misma en vez de en Dios — por eso es que las cosas no salían bien. La suave melodía de una guitarra eléctrica me había hecho ver la verdad. Un sentimiento de paz llenó mi alma. Mi búsqueda había terminado; o al menos así parecía en ese momento.
En los años siguientes mi vida fue transformada por mi devoción a Dios y a sus escrituras. Pasé numerosas horas sumergida en lecturas bíblicas y oración. El cambio se reflejó en mis relaciones con otros: compartía tarjetitas con versículos bíblicos en el colegio y daba consejos desde una radio cristiana. Pero a pesar de mi búsqueda honesta de Dios, años después mi corazón aún se sentía vacío e incompleto. Si la fe en Dios no apacentaba mi dolor ni saciaba mis dudas, ¿será que el problema soy yo? — me pregunté.
Por mucho tiempo te ha visto desear,
Sintiendo el vacío crecer dentro de ti,
Prestando atención a cómo te esforzabas,
Aún incapaz de dejar lo que habías sobrepasado.
En ese entonces ya me encontraba en Estados Unidos y comenzaba a compartir con un grupo de amigos de los cuales ninguno era cristiano. Cada uno de nosotros provenía de una cultura y trasfondo religioso distinto. Por primera vez me estaba desenvolviendo en un espacio multicultural el cual me estaba cambiando. Me sorprendió un poco que “los paganos” de los que me advertía la Biblia, fueran en realidad personas de buen corazón y muy alegres. Junto a ellos me sentía más cómoda y apreciada que en los grupos de cristianos que conocía.
La segunda Navidad en el extranjero la pasé con el amigo con quien escuché la canción que cambió mi vida años atrás. Al terminar la secundaria él se había mudado a Estados Unidos y al tiempo me había contado que era gay. Claro que siempre lo había sido, pero fue hasta estar allí que se había sentido con la libertad (física y emocional) de expresar y explorar esa parte de su ser. Durante mi visita escuché historias sobre el abuso verbal de compañeros en el colegio y sobre su intento de ser “normal”, apegándose a la doctrina cristiana. Entendí entonces cómo la doctrina cristiana lo había dañado, al rechazar y condenar algo que para él era inevitable y natural.
Apesar de que comenzaba a ver grietas en lo que una vez fue una doctrina muy estable, aún no estaba lista para abandonar el cristianismo. Esa fe era mi refugio y mi fortaleza. Además era el fundamento sobre el cual estaban construidas las relaciones con muchos familiares y amigos. No era cosa sencilla dejarla por completo. Por eso pasé meses buscando maneras de reconciliar en mi mente, los problemas que veía dentro de la iglesia y con la doctrina cristiana.
Te vio jugar con la seducción de la seguridad,
Y las promesas grises que la igualdad susurraba,
Escuchó las olas de la confusión levantarse y ceder,
Se preguntó si siempre vivirías así.
De regreso en Knoxville, conocí a un “canchito” que se identificaba como ateo agnóstico. Desde un principio me asombró la pureza de su corazón y la alegría de su alma – ¡y no necesitaba de Dios para ser todo eso! Su pasión por la vida y la libertad con la que se desenvolvía, me inspiraba. Libertad era algo que solo conocía dentro del contexto cristiano.
Su experiencia creciendo fuera de la iglesia era lo opuesto a la mía, y a la de mi amigo en California. En lo personal, me sentía confinada al querer explorar mi sexualidad y estilos de vida alternativos, que según el cristianismo eran “pecaminosos”, pero que ahora veía como otra faceta más del ser humano. El cristianismo, comencé a entender, encarcela el alma humana, no la libera. Así llegué a cuestionar mi fe de una manera directa.
Luego deleité, cuando tu valentía se encendió,
Y diste un paso hacia un nuevo territorio,
Tus ojos rejuvenecidos con energía y sueño,
Un camino de plenitud abriéndose delante de ti.
Con dudas llenando mi cabeza, me terminé inscribiendo en un curso de religiones del mundo. Tenía mucho interés en entender el cristianismo desde un punto de vista secular: su historia y comparación a otras religiones. Lo que aprendí me ayudó a ver a las religiones como creaciones del ingenio humano. Ya no vi más al cristianismo como un mensaje de salvación para el mundo, sino como uno de los tantos mensajes inventados para darle sentido a este (lo que en el cristianismo se conoce como salvación, en el budismo como nirvana y así). Que el mundo entero es una construcción social y humana, aprendí después en antropología.
Al terminar mi relación con el “canchito aquel”, mi corazón nuevamente se sintió débil y en búsqueda de consolación. La posibilidad de regresar a la fe cristiana pasó por mi mente. Pero ya no podía ignorar lo que había aprendido en los meses anteriores. Las historias bíblicas ya no eran algo sagrado, sino algo imaginado. Fue así como finalmente declaré mi independencia de Dios y de cualquier creencia religiosa. No fue un acto público, ni hubo ningún cambio drástico en mi vida al inicio. Las luchas personales continuaron y los “canchitos” se siguieron atravesando por mi camino. Sin embargo, en lo profundo de mi corazón me sentí libre de explorar la vida sin las limitaciones impuestas por el cielo y el infierno.
Aunque tu destino aún no es claro
Puedes confiar en la promesa de esta apertura;
Ábrete a la gracia de este comienzo
Que es uno mismo con el deseo de tu vida.
Fue así como reanudé la búsqueda para saciar mi alma. Esta vez con mis audífonos llenos de música del mundo (las series de Buddha Bar y Putumayo), las palabras de monjes Budistas (Dalai Lama, Thich Nhat Hanh, Pema Chodron) , poetas Sufíes (Hafiz, Rumi) y años más tarde, de escritoras feministas (bell hooks, Audre Lorde, Gloria Anzaldua).
Despierta tu espíritu a la aventura;
No retengas nada, aprende a encontrar alivio en el riesgo;
Pronto te sentirás en casa en un nuevo ritmo,
Pues tu alma percibe el mundo que te espera.
Video recomendación: Soy pan, soy paz, soy más de Mercedes Sosa y Piero
*Poema For a New Beginning (Para un nuevo comienzo) de John O’Donohue (traducido por la autora).
Imágenes: Archivo personal Gary To y archivo personal autora.