José Andrés Ochoa/ Corresponsal/
Preguntarle a ciertos guatemaltecos por su selección de fútbol es, a menos que haya una buena comida, pasar un mal rato.
Congreso, Ejecutivo o alguna empresa telefónica que cobre de más en la factura no levantan las mismas rabietas, ni el interés, ni las decepciones que genera el balompié. Podrá mencionárseles a los aficionados guatemaltecos si conocen a Juan Carlos Elías, Wilson Lalín o Hessler Archila y no tener idea de quién son. Sin embargo, reaccionan rápido si se habla de Sandro Rosell, Robert Lewandowski o José María Callejón.
Queda algo claro entonces: el fútbol es un deporte que gusta. Se subraya, también, que atrae el que sea mediático, de calidad y sobre todo el que brinde satisfacciones. Eso último, en Guatemala no lo hay. Pero hay aficionados. Muchos.
Conseguir una mesa en un restaurante, con televisión y señal de satélite, en día de clásico de liga española, a medio día, es casi tan complicado como ganarle a Argentina. Un indicador, no certero pero que sí deja ver que el el fútbol mueve y deja plata. Tiendas que se dedican a la venta de camisolas originales se crearon y grandes inversiones se hacen para traer a Messi. Y el estadio se llena.
No es necesario ser mercadólogo para comprender que los eventos de fútbol y sus derivados son oportunidades de inversión. Si bien la atención del aficionado guatemalteco se dirige hacia el extranjero, es el mismo deporte, a once jugadores por bando y un balón en el medio, el que se juega aquí.
Bajo esa premisa, es absurdo profesar la frase “deberían de apoyar a otros deportes”.
1. En Guatemala, el 3% del aporte constitucional va a la CDAG y COG. Las federaciones afiliadas reciben la misma cantidad de ese 3%. Es decir, al fútbol y ajedrez se les entrega una cantidad idéntica. Las organizaciones deportivas, además, no obtienen dinero de acuerdo a sus resultados ni a la cantidad de atletas federados; únicamente que se debe gastar lo asignado. Es decir, el Estado apoya por igual -al menos económicamente- a los deportes.
2. El patrocinio no es dar plata por caridad. Es una inversión. Con el objetivo de promocionar una marca o institución, las empresas entregan dinero -en este caso al fútbol- para apoyar el proyecto y ligar los buenos resultados al apoyo.
Sí, en Guatemala el fútbol ha dejado pocas satisfacciones. Pero es, a pesar de todo y tal vez sin intención, a lo que más se espera que alcance el éxito.
Es nada más comparar el público que asiste a la UP para ver al baloncesto, o al domo a ver balonmano, o al Trapo a ver béisbol. Mínimo -todavía más- que los que asisten a un juego de fútbol. Ni se diga de deportes individuales, con capacidad de convocatoria aún más baja.
Delegar el apoyo a los deportes como una responsabilidad del estado o la iniciativa privada es un error. Sin la presencia cultural que genera el fútbol, será casi imposible desviar el interés de la sociedad y del dinero a otras disciplinas. Otro ejemplo claro, el gran número de canchas privadas -Futeca y Perfect- que se alquilan para campeonatos amateur. Los torneos se repiten, a cuota de Q3 mil por equipo, cada dos meses. Las tiendas deportivas ofrecen zapatos de fútbol, las últimas ediciones, a más de mil por par. Y se venden. Los otros, para correr, están a un lado. De esos que calza Barrondo, y que algunos prefieren a que estén ofertados para comprarlos.