Agrupaciones-Febrero-2

Karen Alonzo / Opinión /

Al iniciar un nuevo año, es inevitable pensar en todas las posibilidades que vendrán en 365 días en cada ámbito de la vida, el familiar, el personal y mayormente en el laboral.

En Guatemala,  hablar de juventud es casi inevitable emocionarse al pensar en todas las personas que tienen posiblidades de refrescar lo que se realiza en la cotidianidad, empezando por el hecho de que Guatemala es un país joven por la edad que tienen sus habitantes, y es en la juventud en donde las personas suelen tener más creatividad, fuerzas, deseos, sueños y demás para ser cumplidos. Sin embargo, en el contexto actual, al pensar en la juventud se piensa inmediatamente en personas que demuestran un gran interés por adquirir todo lo nuevo del mercado: smartphones, ropa, carros, ir a los mejores lugares a comer, divertirse, socializar etc. Haciendo cada vez más obvio que nos vemos atrapados en el mundo consumista y ante todo materialista en el que estamos;  Y digo “nos vemos” porque es necesario reconocer que son muy pocas las personas que encajan de alguna manera en esta categoría (incluyéndome).

Ahora la mayor parte de los jóvenes invierten sus energías en entablar conexiones fuertes; sin embargo, estas conexiones van enfocadas a la conexión con una red wifi para estar al día en redes sociales (Facebook, twitter, Instagram, y cuales quiera que vayan surgiendo). Así como el pensarse profesional se convierte en la busqueda de tener un trabajo en dónde se pueda ganar un buen sueldo y tener una vida de lujos, o para tener lo suficiente e irse de Guatemala, porque hay otros lugares en dónde se puede estar y vivir mejor.

Con lo anterior no quiero afirmar que las redes sociales son malas, ni que la superación profesional es dañina.

El punto al que quiero llegar es que nos estamos enfocando únicamente en cosas netamente superficiales que nos alienan de la realidad haciéndonos olvidar lo más importante “vivir y respetar la vida”.

Si todos los jóvenes tuviéramos esto presente, seríamos más humanos, tolerantes y eliminaríamos etiquetas, pero ante todo, no seríamos simples habitantes de un territorio. Considero y creo fuertemente que en el contexto guatemalteco los jóvenes deben de asumir el hecho de que “el joven es el que marca el presente de la historia, y por ende el que ayuda a definir cuál será el futuro de su país”. Al final, si los jóvenes no iniciamos a tomar responsabilidad de nuestro futuro personal y como ciudadanos de un país, seguiremos dejando las decisiones importantes a gobernantes que velan por intereses particulares que claramente no es procurar el bienestar de todos los habitantes.

Y en año electoral quedarse cruzado de brazos o actualizar nuestros estados del Facebook poniendo nuestras opiniones, no es suficiente para cambiar la realidad guatemalteca (así como tampoco lo sea escribir esta columna); pero en nuestras manos está no seguir votando por el candidato menos peor, no darle el voto a personas que han demostrado que su interés de “gobernar” es enriquecerse. En nuestras manos está hacer que los funcionaros públicos inicien a rendir cuentas, que manejen el presupuesto del país como lo hacen todos los hogares en Guatemala acorde a sus ingresos, que se castigue la corrupción, exigir educación de calidad, servicio de salud pública eficiente y ante todo humano (porque seamos honestos, no todas las personas tienen el poder adquisitivo para costear servicio hospitalario privado).

Pero ¿por dónde se podría iniciar? Y creo que un buen punto de partida es la interpelación a sí mismo: ¿quiero ser profesional para mi desarrollo personal? O ¿quiero ser un profesional que a través de sus acciones dignifique la vida? ¿estoy dispuesto a seguir manteniendo el sistema?

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