corrupcion

Isaías Morales / Opinión /

¿Es la persistencia de la corrupción evidencia que la democracia se debilita o en el extremo de los casos no funciona? De Mesquita y Smith afirman que “El poder lleva a la corrupción y la corrupción lleva al poder”.  Lo que plantean estos autores de la teoría política es que a menor tamaño de una coalición ganadora en las elecciones más se hace favorable que persigan sus intereses en vez de beneficiar a quienes votaron por ellos.

Para responder y desarrollar esta interrogante, es preciso detectar cuáles son esos factores que en concreto ocasionan la persistencia de la corrupción. Al aproximarse a este concepto se podría llegar a una conclusión de lo que ocasiona las falencias de la democracia.

Bueno de Mesquita, define la corrupción como: el uso de bienes públicos con fines privados y es afectado por el tamaño del selectorado y la coalición ganadora. Si el fin de toda agrupación política es la supervivencia entonces los países con una democracia joven pueden ser ejemplo de ello. Esto porque al final quienes catapultan al poder a determinada figura política son los votantes, pero de acuerdo al trabajo que realice su coalición; es decir, quiénes representan a esos afiliados.

Sean o no financistas de los partidos, de alguna forma el ganador debe retribuir a quienes estuvieron más activos al llegar al poder.

Para la democracia, esto no resulta tan sencillo de ver, pues para los activistas que promueven la participación cívica, la importancia del voto es indispensable, sin importar que se manipule al voto y que al final solo determinado grupo se vea beneficiado de llegar al poder. Para el electorado solo existirá una mínima parte de esa promesa y es ahí cuando se origina el descontento. Para comprobarlo veamos detenidamente qué pasa en nuestro país.

De acuerdo a informes de Latinobarómetro, Guatemala figura como uno de los países que menos ha promovido la democracia desde 1995 a 2013. Este informe detalla que nuestro país se resalta por tener el apoyo más bajo de Latinoamérica hacia la Democracia en los últimos 18 años y por ser el segundo más alto en apoyo a los regímenes autoritarios. Y que actualmente solo 29 de cada 100 guatemaltecos se muestra complacido con la democracia.

Cuando se observan estos datos, se podría llegar a la conclusión preliminar que la población ya no confía en la democracia y que preferiría regresar a los gobiernos de facto que figuraron antes de la década de los 90’s. Para indagar un poco más sobre la percepción que tienen sobre los gobiernos actuales, se entrevistó a jóvenes acerca de si la democracia tiene su punto de debilidad por la persistencia de corrupción. Por ejemplo: Fabiola Chinchilla, estudiante de Comunicación de la Universidad de San Carlos, argumenta que esto es posible “debido a que uno le da la confianza a los líderes que escoge para lograr un cambio para el país y lo único que ellos les interesa es su enriquecimiento personal lo cual los lleva a la corrupción, y como no se cambia eso, por más democracia que haya no se refleja.”

Mientras tanto Danilo Carías, estudiante de Derecho de la Universidad Francisco Marroquín, opina lo contrario ya que, “nosotros somos libres de elegir a quien queramos, independientemente de las trampas que cada político posea para ganar votos, y no todos van con ese fin de corrupción aunque sí una gran parte”. Y por último Adriana Santos, estudiante de Relaciones Internacionales, expresa que “sí puede ser posible, pero no solo la corrupción es un factor, también afecta el grado de participación que se le da a la gente, dejan de creer en democracia porque precisamente se limita su acceso a ejercer espacios de poder y tomas de decisión”

La democracia es débil a medida que se pierde la confianza en las instituciones, pero principalmente se evidencia en los países donde las coaliciones ganadoras manipulan fácilmente al selectorado a pesar de que estos últimos son los determinantes a la hora de elegir.

De acuerdo al informe de The Economist Unit (EUI), presentado por la BBC en Enero pasado, ubica a Guatemala (con 5.81 pts de 10) como una democracia híbrida, solo por encima de países como Bolivia, Nicaragua y Venezuela.  En este tipo de democracias, según el estudio, existen irregularidades sustanciales en las elecciones que usualmente las alejan de ser libres o justas, el gobierno presiona a los partidos de oposición y cuentan con serias debilidades más prevalentes que las democracias imperfectas. Además, el Estado de Derecho es débil y el poder judicial no es plenamente independiente.

Si hablamos de justicia apegado a explicar la corrupción, el Índice de Estado de Derecho Justicia Mundial puede ser una fuente de explicación viable, pues considera que Guatemala se ubica en el puesto 83 (de 99 países) y se posiciona en un nivel medio-bajo en las dimensiones relacionadas con la vigencia del Estado de Derecho. La percepción de corrupción sigue presente, tuvo una caída en el último año (posición 76 mundial, 11 regional). Además continúa sufriendo en cuanto al deterioro de la situación de seguridad, y respecto al débil sistema de justicia penal afectado por la corrupción y falta de efectividad en la investigación y persecución de crímenes.

Por su parte en el Índex de Transparencia Internacional, no figuran países democráticos entre los más corruptos. Viendo esto plantearíamos que la pregunta inicial es una total especulación, sin embargo no hay que apresurarse ya que según Mesquita y Smith los países con más democrarcias o liberalizados en su economía, también corren un riesgo grave. Esto porque debido a los bajos impuestos que recaudan, otorga beneficios fiscales a determinado sector o incluso en nombre de la inversión pueden comprar la voluntad de su coalición para mantenerse en el poder.

Los autores de esta teoría política tienen razón al decir que todo político actuará de la forma en que crea conveniente, porque no puede mantenerse en el poder según la coalición y en el caso de los países democráticos, buscan mantener una figura intachable, pero pueden correr el riesgo de que sean condicionados por los beneficios que otorguen por muy mínimos que parezcan.

Entonces, a manera de recapitulación, las coaliciones ganadoras al final son quienes tienen la última palabra y no tanto el partido político que se mantiene en el poder. Puede o no imponer sus condiciones en caso que posea los recursos, pero si la coalición posee los recursos, entonces las reglas de juego cambian. De cualquier modo si alguna de ambas situaciones ocurre, entonces reafirma el concepto de Mesquita y Smith, en el sentido que el “poder lleva al poder y el poder lleva a la corrupción”, ya que al final son negociaciones que se estancan entre ellos mismos.

También si bien es cierto los bienes públicos con fines privados son sinónimo de corrupción, cuando los bienes privados condicionan a un bien público puede considerarse como tal, ya que mientras se obtenga un bien y no se aclara de forma transparente, sin duda se cae en la corrupción al no aclararse.

Para finalizar, la pregunta inicial tiene sentido en la mayoría de lapsos del presente análisis, ya que la corrupción siempre es un riesgo cuando existen coaliciones que buscan sus intereses o se benefician de los mismos partidos. Lo cual a la larga genera descontento con el electorado y ello se ve reflejado en la percepción. Y por ello se genera apatía, poca participación, pues los intereses del partido ganador es lo que prima y no tanto lo que se le había prometido al selectorado.

Las democracias fortalecidas deben trabajar para que se promuevan transparencia para que las coaliciones sean auditadas o para que las mismas tengan participación de gran parte del electorado y no para que sean manipulados por su voto. Desde estas pequeñas iniciativas se puede cambiar la percepción de la corrupción desde antes que llegue al poder, para que no se cometan los errores que mencionan los autores.

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