Desde la ventana del avión, era posible tener una panorámica general del paisaje que se estaba dejando atrás. Todo parecía minúsculo, excepto la gigante cordillera y el inmenso mar que se asomaba por detrás. Las montañas albergaban, de cuando en cuando, algunos poblados y muy contadas grandes ciudades, que en su mayoría estaban alojadas cerca del mar; los puertos característicos del país. Los pequeños y minúsculos poblados fueron los que llamaron más la atención; parecían de juguete, y sus rutas de acceso, largas curvas y formas amorfas, simulaban haber sido trazadas con yeso, como quien dibuja un avioncito en el suelo para jugar.
Sin embargo, habían algunos poblados que desde lejos no parecían tener ninguna ruta de llegada, nada que los uniera aparentemente con el resto de poblados e infraestructura del país. Parecían ciudades expulsadas por las montañas, aisladas e intactas en el tiempo. Mientras se observaba el paisaje, una visión diferente vino a la mente; líneas imaginarias que sobrevolaban los poblados y los unían a todos en una suerte de telaraña. ¿De qué forma se comunicarán las personas de estos lugares con el resto de la población? ¿Cómo intercambian sus mercancías? ¿Realmente todos estos poblados tendrán acceso a herramientas básicas ahora tan cotidianas en la vida de las grandes ciudades, como los teléfonos celulares y el Internet?
El Internet o el World Wide Web (www), esa herramienta surgida en el año 1990 y generalizada al mundo entero a finales de la década de los noventa, es como esa gran telaraña imaginaria. Actualmente, el acceso al Internet en la mayoría de países del mundo ha dejado de ser por marcación telefónica – quienes aún lo recuerden- y ha pasado a ser por señales de banda ancha; esas para nosotros señales invisibles. Sin embargo, en la región latinoamericana esa “telaraña” aún no envuelve a todas las personas. De acuerdo a la Unión Internacional de Comunicaciones (UIC) para el año 2010, únicamente 55% de la población del continente americano poseía acceso Internet, en comparación al 65% que se tiene en Europa. Sin embargo, el dato es aún más bajo si se analiza únicamente la región latinoamericana. De acuerdo al Monitoreo sobre la Sociedad de la Información de CEPAL, únicamente el 27% de la población latinoamericana posee acceso a Internet, lo cual no necesariamente significa tener acceso en casa, sino que mucho de éste se da por medio de cafés Internet, centros educativos o algunos otros lugares con acceso Wi-Fi.
A pesar del dato tan bajo, la región ha presenciado un acelerado aumento en sus estadísticas de acceso y uso de Internet durante la última década. Sin embargo, las cifras también nos demuestran que la región aún posee grandes desigualdades y retos por delante. Es importante recordar que las desigualdades en la Web tienen su espejo más próximo en las desigualdades sociales en las que viven nuestras sociedades. De acuerdo a un informe de la UIC, el acceso a Internet tiene una vinculación muy fuerte con el acceso a educación, y por ende, con los estratos socioeconómicos de la población. De acuerdo al informe, en Perú el 77% de las personas con educación universitaria tiene acceso a Internet, en comparación con únicamente el 11% de las personas que sólo recibieron educación primaria. Las estadísticas para Guatemala y el resto de países latinoamericanos no ha de ser tan distinta.
Educación-pobreza-Internet; variables que no podemos analizar de forma aislada y que debemos tener en cuenta al momento de comprender nuestra realidad. Tener Internet es todavía un privilegio para pocos y un reflejo más de nuestras diferencias socioeconómicas. Por lo tanto, un reto más para la Universidad. Utilizar la tecnología a nuestro alcance para contribuir al desarrollo del país por medio de investigaciones y proyectos digitales es posible, e incluso, un deber para aquellos que tenemos el privilegio del acceso. Tal y como afirma CEPAL, el acceso a Internet debe ser un bien público global; comprender esto es un paso esencial para la construcción de la Sociedad de la Información, esa sociedad que trasciende fronteras y llega hasta los poblados más lejanos, aquellos que se alojan y resguardan entre los gigantes.