José Castillo Bermúdez/ Agrupación Estudiantil PIBE/

Como estudiante de Economía es imposible no estar familiarizado con la discusión sobre el crecimiento y el desarrollo económico. Es primordial para cualquier estudiante de esta ciencia y para cualquier persona en general conocer las diferencias entre estos dos términos, pues en muchas ocasiones, los medios de comunicación dominados por los grupos de poder, nos hacen creer que crecimiento y desarrollo son lo mismo.

Escribo estas líneas con dos motivos, el primero es puramente personal, pues llevaba un buen tiempo con la inquietud de plasmar mis impresiones sobre este tema. En segundo lugar, pero no por ello menos importante, lo hago por la conferencia que impartirá Samuel Pérez-Attías sobre “Desigualdad y Desarrollo Social” en la Universidad Rafael Landívar, la próxima semana.

Me parece interesante el nombre de la conferencia, pues al estar bombardeado por el tema crecimiento versus desarrollo, no puedo evitar cuestionarme si la desigualdad y el desarrollo son dos temas que van de la mano. O si llegara a incluir al crecimiento dentro de la ecuación, ¿afectaría este positiva o negativamente a la desigualdad?

Cada vez que los grupos de poder (que son quienes parecen llevar la voz cantante en la opinión pública) dan su opinión sobre este tema, se dice que la fórmula mágica para que el país pueda salir del subdesarrollo es contar con una tasa de crecimiento de por lo menos un 6% como lo han venido haciendo países de América del Sur como Perú y Chile[1].

Este argumento me hizo reflexionar y cuestionar si realmente un crecimiento arriba del 6% nos puede sacar del subdesarrollo. Por ello, indagué un poco en la historia económica de Guatemala en un libro de Alfredo Guerra Borges (que por cierto, les recomiendo). Cuál fue mi sorpresa al encontrar la tasa de crecimiento en la década de los sesenta del siglo XX (en pleno auge de la Ley de Fomento Industrial y el Mercado Común Centroamericano[2]). ¡En esta década el crecimiento llegó hasta un sorprendente 9.5%!

Pero, ¿nos sacaron estas altísimas tasas de crecimiento del subdesarrollo? ¿Redujeron los índices de desigualdad?

Pues resulta que no. En la década de los sesenta, esa de las altísimas tasas de crecimiento, comenzó a formarse una herida que los guatemaltecos aún no podemos sanar. Dejando a un lado las implicaciones ideológicas, una de las causas por las que se formó esta herida es muy puntual. Y tiene nombre. Desigualdad.

Esta, vista desde el punto de vista económico, encuentra su principal causa en la ineficiencia de la distribución del ingreso en Guatemala (quien no me crea puede revisar el Índice de Gini).  Pero sería un error analizar la desigualdad únicamente desde el punto de vista económico. Debemos también considerar los rubros sociales (acceso a servicios básicos) y políticos (participación e incidencia en las decisiones).

Por lo tanto, el crecimiento puede ser importante para una economía y en cierta manera puede ser un punto de partida para el desarrollo. Sin embargo, si el crecimiento económico no va acompañado de un desarrollo en los ámbitos sociales y políticos, se quedará simplemente en crecimiento.

Además, si la riqueza que genera este crecimiento no es distribuida eficientemente (ojo que no estoy diciendo re-distribuida), las condiciones de vida de las mayorías no podrán mejorar.

En resumen, Guatemala puede crecer a tasas de hasta dos dígitos, pero mientras los responsables de este crecimiento no comprendan que debe ir acompañado de acciones sociales y políticas, nuestro país no irá a ningún lado. O mejor dicho, las mayorías de nuestro país no irán a ningún lado.

Espero que puedan asistir el 28 de octubre a la conferencia de Samuel Pérez-Attías, pues la última palabra sobre este tema todavía no está escrita.

FOTOFORO


[1] Bosch, Juan Luis, Encuentro nacional de empresarios. Palabras de bienvenida al evento. Octubre de 2012.

[2] Guerra Borges, Alfredo. Guatemala: 60 años de historia económica. (2006).

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