Gabriela Sosa/
Un paso delante por diez pasos de vuelta,
de esos pueblos que esperan y esperan,
que lentamente trabajan,
lentamente caminan,
pasando los días en la monotonía de sobrevivir en vez de vivir.
Se ve el cansancio,
se ve el miedo,
se ve la duda,
pero se escucha la risa,
se nota la sonrisa,
de este pueblo perdido entre dos mundos,
tan lejanos, tan cercanos,
unos en burbujas como escaparates de colores imposibles,
otros entre cartón y láminas con pies descalzos,
arrastrándose entre lodo y tierra;
dos mundos paralelos,
lentamente avanzando,
un paso delante, por diez de vuelta,
un pueblo olvidado,
en medio de todo y en medio de nada,
la eterna primavera,
ahora ya tan incendiada,
quemada por los demonios de cemento,
donde los gobiernos montan sus espectáculos.
Un pueblo dividido,
entre quienes siembran el café y entre quienes lo toman,
entre quienes caminan y entre quienes se sientan,
esa Guatemala perdida,
el punto medio de América,
un país que vuela a veces a orillas del cielo y otras se arrastra a ras del suelo,
esa Guatemala, que avanza,
sin puentes ni muletas,
poco a poco,
creciendo dispareja,
pero creciendo,
la tierra de los volcanes, la tierra de los quetzales,
olvidada, pero esperando su momento,
Guatemala.