cucu

 Alexander López/Opinión/

A inicios de la cuaresma, el calor y el aroma a corozo dan el banderazo para iniciar el verano y el conjunto de rituales culturales llenos de devoción y recogimiento. Todos los domingos son alegres en Antigua y la ciudad capital, especialmente en el área de la zona 1. Se ve caminar a caballeros con traje negro o púrpura, mujeres con elegantes vestidos y plataformas para verse altas… un desfile de gala para participar en los cortejos procesionales. También se percibe el tráfico y lo difícil de encontrar un estacionamiento. Personas trabajando en el comercio informal compitiendo por vender sus productos a la antesala del paso del cortejo. Y lo más increíble de la época: la comida en abundancia, platillos típicos y tradicionales del momento explotan en un mar de sabores y colores.

Vivo en zona 1 y desde que tengo memoria hemos participado continuamente haciendo alfombras, participando en los oficios de Semana Santa (actividades en la iglesia) y vendiendo más de algo de comer en nuestra casa.   Cerca de donde vivo pasan la mayoría de procesiones y siempre ha sido espectacular ver las impresionantes andas de San José, Candelaria, Recolección, El Calvario y la Merced. Lo que más me llama la atención es ver a la multitud de personas que se congregan en cada esquina de la zona 1 para observar las majestuosas representaciones artísticas de la época.

Tuve la oportunidad de cargar hace algunos años y la verdad no llegué a sentir nada diferente o extraño con el hecho de acompañar a otras personas cargando un anda majestuosa. Lo que hice fue tratar de ponerle sentido al cargar, pero no me funcionó.

Siendo más joven, por motivos del destino, ingresé a un seminario católico dentro de la Iglesia; allí amplié mis conocimientos sobre Dios y sobre la tradición del catolicismo durante cuatro años. Fue allí donde observé la riqueza y las deficiencias de una iglesia que construimos todos, peleando en muchas ocasiones por una devoción tradicional no bien dirigida a una espiritualidad en Cristo.

Porque para mí, existen dos tipos de personas que deciden ser cucuruchos: a. aquellos que realmente van con la familia y viven una época de austeridad, cargando juntos en familia, colocando el sentido de respeto y entrega a la expresión de fe; y b. el de aquellos que recibieron su turno del mejor cortejo procesional, solventando sus pecados acumulados desde la Semana Santa pasada y “haciéndole ver a Dios” que se acuerdan de él aunque sea en esa época.

Lo interesante de la opción b es que varios de ellos cuando se preparan para cargar, lo hacen peleando por el tráfico, peleando por el sol o la lluvia, vistiendo sus mejores galas o con varios tragos encima –no de agua sino de cerveza, lo que no necesariamente sería pecado-,  para lograr sentir el feeling de arrepentimiento. Cucuruchos que cargan un anda procesional todos los días hasta el viernes santo, lo que los deja absueltos para disfrutar de un sábado y domingo de gloria en el puerto. ¿Verdadero sentimiento de arrepentimiento? Yo tendría mis dudas.

No importa que cargue en Santo Domingo o que cargue en alguna aldea remota de un municipio de Guatemala, lo que importa es el corazón, el compromiso y el servicio de los más necesitados, así como la participación de los oficios religiosos en las parroquias e iglesias.

Estoy en contra del sentido comercial que ha tomado esta época, la falta de valores cristianos básicos y la poca conciencia de los verdaderos indicadores del evangelio en cuanto a la verdadera pasión y resurrección de Cristo.

En tres ocasiones tuve la oportunidad de irme de misión a varios lugares del oriente y sur del país, oportunidades que me hicieron ver el significado contrastante de la Semana Santa de las personas humildes de esos lugares, versus el significado de los capitalinos. El corazón no estaba puesto en un simple turisteo de andas procesionales, sino estaba puesto en la austeridad y la devoción en la persona misma de Cristo a través de los hermanos creyentes.

Imagen

 

Compartir