José Ochoa / Opinión /
Ni tan alto, ni rápido ni ágil, pero considero que para practicar deportes, me defiendo. Es decir, difícilmente puedo negarme a jugar una chamusca o cualquier otra actividad atlética, en especial si es algo de equipo. Trato de mantenerme activo evitando el gimnasio o correr, actividades que tienen sus beneficios pero nunca me han enganchado. Dos horas de partido de fútbol las considero más refrescantes y necesarias que ocuparlas entre máquinas.
Y no le resto valor a ninguna otra actividad atlética. Al contrario, lo bueno del deporte es la variedad de formas que tiene para hacer sentir bien a la persona. Además, depende de cada quien el tiempo y esfuerzo que dedique a ello; los hay que se entrenan todos los días de la semana, o el trote de media tarde de domingo, el partido entre semana en Futeca con las amigas o amigos, o bien inscribirse a toda carrera de 5 Km existente.
Diversas opiniones existen respecto al tema, pero ese espacio en el que se le exige a la mente y al cuerpo para luego pasar a un satisfactorio agotamiento son decisión de cada persona, y cada quien lo vive como desee. Hacer deporte es una transformación, un espacio individual.
En los años en los que he pasado por béisbol, fútbol, balonmano y carrera, conocí personas y experiencias. Algunas han trascendido y todas me han servido para disipar estereotipos. Hoy, cuando las rodillas empiezan a quejarse luego de 10 Km y hacer un pique de 50 m ya no es lo mismo, me digo que es necesario continuar trabajando. Esto deja una serie de reflexiones:
1. El deporte NO es para hombres. – La irlandesa Stephanie Roche se coló en las nominaciones al premio Puskas a mejor gol del año. La primera mujer en competir por el galardón. Mientras tanto, la guatemalteca, Ana Lucía Martínez, firma su segundo triplete en la segunda división del fútbol español. Dudo que una de ellas y todas las mujeres que hagan deporte, profesional o por salud, lo hagan para distanciarse de su género.
Ser mejor atleta va a condiciones físicas y trabajo, no por el acercarse a la masculinidad.
2. El deporte no te hace más hombre. – Así como las mujeres no se hacen hombres por ser deportistas, tampoco los hombres lo seremos más si nos gusta ejercitarnos. La discusión de género y masculinidad suele ligarse a las condiciones físicas, pero hay que reconocer que eliminar sexismos y machismos también nos beneficia a nosotros: nos aleja de esas ideas que un hombre debe de hacer ciertas cosas – y no llorar – para enorgullecer al género. A quien debemos responder es a nosotros mismos.
3. La ignorancia no discrimina. – En una publicación previa discutía que quien elige a la ignorancia como forma de vida tiene el peligro de imponer y no discutir ideas. El deporte no se salva de ello. Quien no sabe competir, no entiende las reglas del juego y está en riesgo de usar la violencia para imponerse, basta con ver partidos de fútbol en ligas aficionadas. Cuando son incapaces de detener a su rival con inteligencia, aparecen las patadas y sueltan: “es un deporte de hombres, aguantate”. Ignorantes.
Como en la vida, es necesario reflexionar sobre las condiciones en que se desarrolla las actividades colectivas. El deporte es cultura y es sano. Quien no decida hacer alguna actividad, se comprende, pero quienes estamos involucradas en ello también estamos en la obligación de trascender y hacer que todo se realice en las mejores condiciones posibles.
La humanidad se exige mejores experiencias. Si el deporte es tan bueno, que sea así; pero que se haga mejor, con personas que piensan lo que hacen, se preparan y disfrutan ese tiempo que nos dedicamos a sudar.