Por: Isabel Solórzano y Lisbeth Solis Solórzano (madre e hija)

Fotografía: Lisbeth Solis Solórzano

En febrero de 2018, al realizarme la autoexploración mamaria, me di cuenta que tenía una bolita dura, sin movimiento, en la mama derecha.  Me asusté mucho porque tenía claro que me tendrían que realizar una cirugía para extirpar esta masa.

La siguiente semana hice una mamografía y un ultrasonido, llevé los resultados a un doctor especialista en mamas.

Al ver los estudios me indicó que era necesario una biopsia, la cual realizó en ese mismo momento; tres días después me llamó para darme el resultado, era cáncer en estadío IIb. Cuando me dio la noticia sentí que el mundo se me venía abajo, algo caliente y frío recorrió mi cuerpo en un instante, fue una mezcla de sentimientos, creí que mis días estaban contados, pensé en mis hijos, en mi familia, en cómo darles la noticia, que de hecho a mis hijos se la oculté para no afectarlos, pues estaban en exámenes parciales.  Sin embargo, el doctor me animó y me dijo:

“señora esto tiene cura con una buena actitud y agarrada de la mano de Dios”, fueron palabras que me vine repitiendo de regreso a mi casa.

 

Los siguientes días fueron muy difíciles, estaba en shock, nunca me esperé un diagnóstico de esa magnitud y se debía tomar decisiones sobre una enfermedad que hasta ese día era totalmente ajena a mí y a mi familia; sin embargo, me di cuenta que como me había dicho el doctor, podía fortalecerme únicamente agarrada de la mano de Dios y Él me daría la actitud positiva que en ese momento necesitaba, porque aunque muchas personas me daban ánimo, yo no encontraba consuelo en nada y en nadie, pasaba noches sin dormir pensando en lo que estaba viviendo y qué pasaría conmigo, tanto a nivel personal, familiar y económico.

Me refirieron con un oncólogo, quien en el mes de marzo de 2018 me extirpó el tumor, pero al recibir los resultados de la patología me informaron que una raíz del cáncer se dirigía a la clavícula y otra a la axila, por lo que en el mes de abril de ese mismo año debieron realizar una mastectomía radical, los resultados de la patología de esta nueva cirugía salieron con bordes negativos para cáncer. Fui feliz al leer estos resultados y di muchas gracias a Dios por el milagro que estaba realizando en mi vida. Posteriormente, extirparon mi matriz y ovarios, pues según examen realizado el cáncer era dependiente de hormonas.

 

Realicé 4 sesiones de quimioterapia únicamente; gracias a Dios no se me cayó el cabello, solamente se puso más delgado, pero otros efectos secundarios sí se dejaron sentir porque el sistema nervioso se me alteró, los dolores de cabeza eran intensos, sufría ansiedad y tuve que cambiar mis hábitos alimenticios. Actualmente llevo 3 años totalmente sana, tomando una pastilla de Aromasin cada noche para evitar la recurrencia del cáncer, adicional, procuro llevar una dieta saludable y estar tranquila.

 

Cada seis meses me realizo exámenes de seguimiento y debo confesar que cada vez que me los hago me pongo nerviosa, pero sigo confiando en Dios, que Él es Todopoderoso y sigue teniendo misericordia de mi vida y no me ha dejado y tampoco me dejará sola.

 

Después del cáncer he entendido y aprendido muchas cosas, lo más importante es confiar en Dios, disfrutar la vida y continuar compartiendo con mi familia, alimentarme sanamente, a no preocuparme de más; una de las cosas esenciales para el ser humano es la salud y debemos ser responsables con nuestro cuerpo y cuidar de él.

Hoy día veo atrás y pienso que estoy viva por la misericordia de Dios y por el apoyo de mi esposo, hijos, hermanos, sobrinos, cuñados y todos los ángeles que el Señor puso en mi camino y me ayudaron de diferentes maneras.

Es importantísimo auto examinarse las mamas cada mes, como mujeres conocer nuestro cuerpo, para que cualquier molestia que se tenga acudir inmediatamente al médico para obtener diagnósticos tempranos y recibir los tratamientos adecuados.

 

Mi experiencia como hija:

Al principio, mi mamá no nos había dicho nada a mi hermano y a mí, sólo nos indicaron que sería una operación para remover una masa benigna en su seno derecho, lo cual me tranquilizó. Sin embargo al salir de la primera operación, bajo los efectos de anestesia, me preguntó si le habían quitado el pecho; en ese momento mi corazón se estremeció, no lograba entender por qué me hacía esa pregunta. Levanté su bata con cuidado, respondí que no y se calmó.

Al llegar a casa pude platicar con mi tía, ya que ella sabía de la situación y me reveló que el diagnóstico era cáncer de mama.

Esa noche me sentí destrozada, el miedo se apoderó de mí.

Lo primero que pasó por mi mente fue, ¿qué voy a hacer sin mi mamá? porque realmente ella lo es todo para mí. Fue un proceso largo para toda la familia y considero que cada quién lo vivió de diferente manera, yo, me aislé; me cerré por completo durante los primeros días, no comprendía por qué mi mamá tenía que pasar por esto. Confiaba en que todo saldría bien la mayor parte del tiempo; pero a veces llegaban a mi mente pensamientos negativos y eso no me ayudaba.

También sabía que tenía que ser fuerte no sólo por mí, sino también por ella. Con el paso del tiempo la acompañé a varias consultas con el oncólogo y él nos indicaba que todo estaría bien, que había llegado a tiempo y que el pronóstico sería bueno. Mi recomendación es que al momento de recibir una noticia así de fuerte se comuniquen con sus hijos y demás familia, porque nadie merece luchar solo y lidiar con tantos pensamientos y emociones.

Al día de hoy puedo agradecer a Dios por darnos la victoria y una nueva oportunidad de vida a mi mamá; a mi familia, amigos y equipo médico por no dejarnos solos y animarnos a seguir adelante.

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