Gabriel Reyes / Opinión /
La creación de un modelo teórico que tiene que ver con el egoísmo, el individualismo y el egocentrismo como determinantes de un paradigma económico que posee como fundamento la teoría tradicional y la separación que propone el positivismo entre el sujeto que conoce y el objeto conocido, parece encausar las estrategias del orden económico. Este modelo teórico propone la simplificación matemática del modelo del egoísmo humano, implicando que dicho paradigma es no solo cuantificable, sino también moldeable a través de fórmulas matemáticas que permiten hacer predicciones sustantivas sobre el comportamiento.
Diderot, fundamental teórico del iluminismo que había aseverado que Dios no era más que una trampa para el dominio popular y que la separación del alma y el cuerpo era una creación fantástica, introduce una conceptualización interesante en relación el entrampado y a la dinámica que tiene que ver con el temor como comportamiento cuantificable. La trampa entonces determina modelos de comportamiento, que durante la Guerra Fría fuera encasillado en la famosa “teoría de la acción racional”, y evolucionada en su subcategoría inofensiva de “teoría de juegos”.
Schirrmacher (2014)1 propone que los modelos mentales de la economía de la información y la separación del hombre en un sujeto homo economicus, que surge de una dinámica operativa militar de la guerra fría, acaparan el pensamiento moderno.
Dicha dinámica tiene que ver con las respuestas estratégicas de los autores ante diversas situaciones que implican tensión y que replican el fenómeno de que cada actor (jugador) solo piensa sí mismo y en maximizar sus beneficios. Aún en el contexto de la Guerra Fría, esta característica del comportamiento humano (supuesto por la teoría de la elección racional) se suma al iluminismo, en relación a la posibilidad de matematizar el comportamiento humano, creando y reproduciendo modelos y fórmulas dinámicas que pueden ser procesados por una computadora, como puntualiza Schirrmacher.
No fueron psicólogos, ni científicos sociales quienes generaron dicho modelo, fueron militares, economistas, físicos y matemáticos.
Los primeros conocían bien los mercados, donde cada uno busca su propio provecho. Sus estrategias para una sociedad que sobrevive en el egoísmo no se limitaban a los soldados en la Guerra Fría: proclamaban su validez universal. Tenían que funcionar dondequiera que hubiera personas tomando decisiones, en el póquer, en los negocios, en la bolsa, en la guerra… (Schirrmacher, 2014).
El modelo propuesto surgido de la Guerra Fría fue entonces sistematizado por el famoso equilibrio de Nash, que reduce a formulaciones matemáticas la idea de que en cualquier dilema de poderes existe la posibilidad de predecir que, cada jugador conoce y ha adoptado su mejor estrategia, y que todos los jugadores conocen las estrategias de los otros. La reproducción del modelo fue trasladado con el tiempo a la bolsa de valores y las dinámicas bancarias dentro de la economía mundial y al fundamento matemático de las redes sociales y los sistemas operativos. Predecir el comportamiento de los seres humanos, sistematizados en un sujeto económico, relativo del carácter positivo-lógico de la teoría tradicional, se convirtió entonces en el modelo que permitía agrupar datos y jugar con ellos a grandes proporciones; los grandes pensadores de la Guerra Fría lograron reducir la razón humana a la motivación exclusiva del provecho propio (ibíd.). Según Evgeny Morozov, este modelo sería implementado para principios de siglo por más del 50% de las organizaciones e incluso existen propuestas técnicas para aplicar e implementar estos modelos en las futuras elecciones presidenciales en Estados Unidos.
Como modelo de comportamiento, el equilibrio de Nash parece ser extrapolable a las dinámicas parlamentarias de Latinoamérica. En Guatemala, la elección de un Congreso dividido (al menos en un principio) parece generar una dinámica de negociación, tanto entre bancadas como inter organizacional. El primer pacto, productor de una ola masiva de transfuguismo parece ser el primer indicio de un jugador (la bancada oficial) pactando el crecimiento de su bancada. En respuesta a una jugada prácticamente indetenible, la implementación de las reformas a Ley Electoral y de Partidos Políticos, que prohíbe tácitamente el transfuguismo, y la reforma a la Ley Orgánica del Congreso de la República, lo castiga.
Sin embargo, el aumento de la bancada oficial le traslada un poder significativo de negociación, en cuestiones como la reforma a Ley Orgánica del Ministerio Público, donde ha mostrado claros indicios de oposición -considerando sus raíces militares y las implicaciones de dar libertades al fiscal-; la mejor jugada posible para ambos en el campo de negociación no se ha concretado.
Las presiones de sociedad civil son ahora una variable que se introduce en ese complejo sistema de movidas de ajedrez, hoy la bancada oficial se echa para atrás, perdiendo la posibilidad de hacer valer sus intereses en dicha reforma, al menos por ahora.
Ambos pactos generan un equilibrio en la balanza de poderes, que desemboca en que las facultades tanto de la bancada oficial como de la bancada opositora (UNE) se regularán operativamente en el ejercicio de la fuerza; con la aplanadora descartada, la influencia de una UNE que parecía inexpugnable hoy se ve limitada por la necesidad de negociar cuotas de poder en otros sectores. Es posible entonces predecir, según la dinámica de negociación cercana a una versión monda del equilibrio de Nash, que la negociación que se asoma a la vuelta de la esquina, en relación a la aprobación de Q1 mil 633 millones en bonos del tesoro que necesita el Ejecutivo para operar y sobre todo para financiar al Ministerio Público, al Organismo Judicial y a la Universidad de San Carlos estará estrechamente relacionada con los puestos en instituciones clave que quedan en el poder de asignación del Presidente de la República, como la Corte de Constitucionalidad, La Junta Monetaria y los gobernadores. No es casualidad entonces la demora que hoy empieza a escalfar en sociedad civil.
Una negociación donde ambos colocarán las piezas de juego en el lugar preciso ante el esfuerzo de maximizar ganancias políticas en el tablero del Legislativo, establecer escenarios basado en un modelo donde todos los actores obtienen mejores resultados cooperando que no cooperando y excluyen a quienes no cooperan de la dinámica de repartición de ganancias (políticas o económicas). Parece que la lucha del poder en el Congreso no tiene un interés fundamentalmente representativo, o el trayecto entre la negociación y la percepción del ciudadano es demasiado largo. Las mesas de representación de sociedad civil, sus agendas y su interacción con diputados y operadores políticos, hoy se introduce en este círculo, donde las negociaciones determinan las enmiendas a las leyes, creando vínculos extra oficiales con organizaciones civiles. La pregunta obligada es si: ¿la cantidad de actores dificultará los pactos bajo el paradigma de la maximización de beneficios y el equilibrio de Nash? ¿Hasta cuántos actores puede permitir el sistema? ¿Qué actores serán excluidos deliberadamente de la dinámica?
Está por verse…
1. Schirrmacher, F. and Pawlowsky, S. (2014). Ego. Barcelona: Ariel.