Javier Rubio / Opinión /
La mayoría de mis artículos tienden a ser enfocados hacia temas de Derechos Humanos y temas sociales. A pesar de que el derecho es una verdadera pasión en mi vida, considero que muchas veces hablar de temas de la disciplina -de una manera profunda y realmente completa evitando dejar espacios en blanco- requiere de una preparación mínima sobre el tema; sin embargo creo que el tema del presente artículo a pesar de tocar temas jurídicos es útil para todos los lectores en general. De antemano pido disculpas a los estudiantes de derecho y a los juristas, si en la redacción del artículo no uso el lenguaje que jurídicamente sería considerado “técnicamente apropiado”.
¿POR QUÉ HABLAR DEL DEBIDO PROCESO?
Guatemala es, sin duda, un país con problemas de seguridad, lo cual causa en las personas un sentimiento de inseguridad y desesperación. Esto se ve reflejado en la forma en que los ciudadanos se expresan cotidianamente al momento de referirse a los presuntos delincuentes cuando estos aparecen en los noticieros locales. Esta forma de expresarse o de sentir la encontramos desde profesionales de alto nivel hasta personas que no tienen un nivel tan elevado de educación.
Las expresiones son de todo tipo pero muchas veces van encaminadas a exigir la eliminación física del presunto delincuente por medio de la pena de muerte; muchas personas creen o quieren creer que esta es una clase de pena que puede aplicarse indiscriminadamente a cualquier delito y quisieran que los presuntos delincuentes fueran ejecutados en el mismo acto criticando a los órganos judiciales cuando no actúan como el sentimiento popular desearía.
¿QUÉ ES Y CÓMO FUNCIONA EL DEBIDO PROCESO?
Lo que las personas no entienden, al juzgar la actividad de los órganos jurisdiccionales, es que ellos solo cumplen con un “debido proceso”. El debido proceso es aquel conjunto de pasos y derechos que han sido previamente establecidos por el legislador, con el fin de asegurar una justa resolución judicial en la medida de lo posible.
El debido proceso garantiza que aquella persona que está siendo juzgada no sea víctima de arbitrariedades, que no sea condenada solo porque al juez no le gusta su forma de vestir o no le gusta su forma de expresarse.
El debido proceso es resultado de una serie de conquistas por parte de la población que limita el inmenso poder que el Estado puede llegar a ejercer si se compara con una persona particular, en especial en cuanto a la facultad de juzgar y promover la ejecución de lo juzgado que corresponde al organismo judicial ,aunque no siempre fue así y pudiera ser que en el futuro no continúe siendo así.
PROCESO CORTO vs. PROCESO LARGO
Otra de las disyuntivas con las que riñe el debido proceso es la opinión popular de que los procesos para los delincuentes deben ser rápidos y sin demora alguna; en lo personal, nunca he creído que la justicia pueda ser “pronta”, y concuerdo con el jurista italiano Francesco Carnelutti, en cuanto a que el proceso penal debe tener una duración más o menos prolongada para poder apreciar de mejor manera las circunstancias y emitir una mejor resolución. Y es que cuando el juez penal se enfrenta a la realidad de su puesto, -que en sus manos está la libertad de una persona-, es evidente que la decisión final no puede emitirse a la ligera.
TODA PERSONA TIENE DERECHO A UN DEBIDO PROCESO
En efecto considero que toda persona tiene derecho a un “debido proceso”, es cierto que como personas no podemos dejar de ofendernos por los crímenes que otros cometen o mejor dicho ofendernos por la información que los medios de comunicación social nos presentan, pero todos somos humanos, todos sin importar la gravedad del delito imputado tenemos derecho a un proceso justo para no regresar a los tiempos de arbitrariedades y verdaderas atrocidades en cuanto a los castigos que se infringían a los delincuentes.
Muchas veces las excepciones se terminan convirtiendo en la regla general y de seguir promulgando la reaparición de procesos sumarios o la abolición de más y más garantías procesales para los presuntos delincuentes, no es de sorprender que pronto quienes se queden sin garantías de defensa seamos nosotros mismos y estemos indefensos ante la arbitrariedad del sistema.