Cuando alguien nos ayuda en un momento difícil o de crisis, se siente un alivio inmensurable. Es una sensación que a veces la gratitud no nos permite devolverle el mismo sentimiento a la persona que nos brindó su ayuda.
El vivir esta experiencia, puede motivarnos a querer practicarla con alguien más; ya sea una persona cercana, alguien conocido o incluso alguien completamente extraño. La sensación de ayudar es muy gratificante.
En estos momentos, muchas personas han sido terriblemente afectadas en nuestro país por la tormenta tropical ETA.
Agreguemos a esta situación el coronavirus, en definitiva, la situación no pinta ser la más cordial para quienes viven esta situación.
Si aún no te has animado a ayudar, por cualquiera de las razones que tengas, te invito cordialmente a que te aboques a cualquiera de las organizaciones que están en colecta de víveres y apoyes en cuanto a tu disponibilidad.

Algunos de los beneficios que recibimos al ayudar, es que podemos disminuir nuestro estrés en un determinado momento; dar nos hace sentir felices, relajados y tranquilos. También podemos encontrar valor en nuestras acciones, por consiguiente nos aumenta el autoestima, ya que nos estamos haciendo ver que somos capaces de hacer algo bueno por una o varias personas.
La ley de acción-reacción no existe solamente en la física, está presente en lo cotidiano también; las personas que dan más, reciben más. Aunque no sea una gran cantidad para darle a quien lo necesita, se contribuye a colocar algunos ‘granos de arena’, que cada vez que alguien se anime a colocar los suyos, hará que la montaña sea tan grande que logre con ello alcanzar algo que se cree imposible.
Otro de los beneficios que podemos obtener, es que aumentaremos el ser más agradecidos con lo que tenemos. Conocer y ayudar a distintas personas en situaciones menos favorecidas que las nuestras, nos hace valorar lo que tenemos y por consiguiente, aprovecharlo de mejor manera. Contribuye también a disminuir las quejas constantes o inconformidades que tenemos arraigadas, por no conocer otra realidad más que la nuestra.
Y el último pero no menos importante, es que con un pequeño gesto, un pequeño aporte, puede llegar a cambiar la vida entera de alguien de una manera positiva. Observar cómo nuestras acciones generan un cambio en alguien, te hará sentir una gran satisfacción al saber que tú contribuiste a ello.
El ayudar consta de tres características esenciales, para que su funcionamiento sea totalmente efectivo. La primera es que es totalmente desinteresada y altruista, por lo que es una acción realizada totalmente sincera y que no espera nada a cambio por lo que se da.
Segundo, no se realiza bajo ninguna condición que me favorezca en alguna circunstancia, ni siquiera por la búsqueda de reconocimiento. Y por último, está orientado a generar un efecto positivo en la otra persona, es dedicarle atención o conducirlo a lo que necesita.
Lo que sentimos cuando ayudamos, nos genera una respuesta emocional inmediata; nos define como seres empáticos que nos dice que somos capaces de sentir el dolor ajeno y por ese impulso, somos movidos a colaborar de alguna manera.
Quizás podemos asumir tanto la responsabilidad de ayudar, que en lugar de ser una emoción agradable nos lleguemos a situar o a tomar tanto la situación que nos provoque ira, enojo o rabia; esto incluso, nos puede desmotivar. Es por ello que delimitar el sentimiento de los demás, que afrontan una situación difícil, nos hace más aptos para provocar un cambio positivo en las personas. Un cambio que tiene un efecto totalmente positivo hacia nosotros; que incluso, puede llegar a transformar nuestras vidas con cada ‘grano de arena’ que damos sin darnos cuenta.