Autora: Cecilia Zurita Fuentes
En el 2008 por primera vez en la historia de la humanidad, la población urbana mundial superó a la rural, absorbiendo el 50.492% de habitantes, es decir que 3,400 millones de personas residían en áreas urbanas, a diferencia de 3,334 millones que lo hacían en áreas rurales. El proceso de concentración de población en las ciudades inició en el mundo a mediados del siglo XX y continúa de manera exponencial en la actualidad, principalmente en los países en vías de desarrollo. Este fenómeno urbano se caracteriza por el crecimiento acelerado de las ciudades que a su vez adquieren formas y funciones complejas.
Según el informe “Estudio de la Urbanización en Centroamérica: Oportunidades de una Centroamérica Urbana”, realizado recientemente por el Banco Mundial, Centroamérica es la región con mayores tasas de crecimiento de población urbana en el mundo, después de África. Sus países presentan tasas de urbanización anual por encima de la media mundial, con una tasa de 2.5% en Costa Rica y hasta 3.4 % en Guatemala.
El informe destaca que a pesar de que Guatemala tiene una de las menores proporciones de población urbana con 54% (8.6 millones aproximadamente), con respecto a otros países de la región, por la velocidad en la que están aumentando sus niveles de urbanización, para el 2050 el número de su población urbana aumentará a 67.3% con respecto a la rural.
Únicamente tres municipios del país cuentan con un plan de ordenamiento territorial, de acuerdo a datos de la SEGEPLAN.
La rápida expansión urbana que está experimentando el país conlleva necesidades que los gobiernos deben brindar a todos los habitantes a mediano plazo: infraestructura, servicios básicos, vivienda, educación y salud; y si a esto se le suma las consecuencias provocadas por la falta de planificación y control, el reto es mayor.
Dentro de los efectos provocados por el acelerado crecimiento de las ciudades y su falta de planificación destacan: la degradación ambiental y el agotamiento de los recursos naturales que además incrementan la vulnerabilidad a desastres naturales; las ocupaciones espontáneas en áreas de riesgo que ha llevado a la proliferación de asentamientos precarios en donde habitan 29% de los residentes urbanos; y la falta de capacidad de respuesta institucional a la creciente demanda de suelo y cobertura de servicios básicos de calidad.
Es importante estar conscientes que los requerimientos de agua, energía y materiales, así como la generación de desechos y emisiones que generan las áreas urbanas en rápido crecimiento tendrán repercusiones ambientales que deben ser consideradas principalmente por sus efectos en las áreas rurales. Es importante reconocer que todas las áreas urbanas dependen de una variedad de ecosistemas, que de seguir la tendencia no podrán ser capaces de seguir con sus funciones por mucho tiempo.
El fenómeno urbano puede verse como una oportunidad para implantar ciudades donde los recursos naturales estén disponibles para todos los pobladores y sean sostenibles y equitativos. Para esto es fundamental la planificación y el ordenamiento territorial, que permitan regular las actividades económicas y productivas de acuerdo a la capacidad que tienen los ecosistemas y sus relaciones socio-culturales.