Ciudadano3

Luis Arturo Palmieri/ Opinión/

Es indispensable que desde principio de este año los guatemaltecos tengamos claras algunas cuestiones. El año pasado nos tomaron por sorpresa las circunstancias políticas. Nuestra reacción ante el descubrimiento de tan descarados abusos -afortunadamente- no fue detenernos a pensar o reflexionar; en vez de eso, llevados por un instinto feroz y poderoso, salimos a denunciar, protestar, exigir y demandar.

Los resultados fueron los encargados de hacernos ver la magnitud del poder de los ciudadanos: un Presidente y una Vicepresidente que renunciaron y fueron a dar a la cárcel, y altos funcionarios de gobierno -que también se creían intocables- que ahora también están en la cárcel.

En fin, un gobierno completo desbaratado a base de gritos, protestas, cantos de himno, artículos de opinión, marchas y hashtags.

Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, dijo Franklin Roosevelt (antes que el tío de Spiderman). Y me atrevo a decir que este año las circunstancias nos colocarán en la necesidad de utilizar ese gran poder nuevamente. Por ello, en aras de ser responsables y tomar conciencia sobre ese gran poder que nos asiste, encuentro necesario hacernos unas reflexiones.

Empecemos preguntándonos: ¿Por qué somos guatemaltecos? Lo somos porque nacimos acá, porque somos hijos de algún(a) guatemalteco(a) o porque nos naturalizamos como tal. Ahora, ¿Por qué somos ciudadanos? Nuestra Constitución nos responde: lo son porque son guatemaltecos y porque tienen más de dieciocho años. Pero para fines de descubrir nuestra verdadera identidad y de responder no sólo quiénes somos sino también cuál es nuestro papel dentro dentro de una sociedad, creo insuficiente la respuesta de la Constitución.

Un ciudadano es quien tiene autoridad, es quien tiene parte en la gobernación y quien toma parte en el gobierno, es quien tiene derechos y deberes dentro de la sociedad, es el hombre o mujer investida de poder cívico y político. Ahora bien, según Aristóteles, el “buen” ciudadano es el que tiene virtud política. Y el que tiene virtud política la tiene porque sabe obedecer y porque sabe mandar. En otras palabras, el buen ciudadano es el que sabe obedecer y sabe mandar.

Por lo tanto, en aras de “saber obedecer”, este año: respetemos a nuestras autoridades, obedezcamos las normas y las leyes, observemos los derechos de los demás, confiemos en las buenas personas que ocupan cargos públicos (que no sean todos no quiere decir que no las haya), y demos el beneficio de la duda a los gobernantes que no conocemos.

Y en aras de “saber mandar”, este año: empapémonos de los sucesos que acontecen en nuestro país, instruyámonos acerca de nuestros derechos y deberes, participemos en el debate social y político, opinemos, refutemos y respetemos la opinión de los demás, informémonos de la coyuntura, critiquemos y señalemos las fallas de los que nos gobiernan (recordando que será una mejor crítica si va acompañada de una propuesta de solución).

El que sepa obedecer y sepa mandar, sabrá gobernar.

Entonces, para que seamos parte importante en el gobierno, realicemos todas las acciones que implican saber obedecer y saber mandar. Tengamos esa virtud política para que en este 2016 -si llega el momento- salgamos en patrio ardimiento a las calles a mandar y de-mandar a nuestros gobernantes, portando la bandera del ciudadano perfecto.

“Una República no puede ser virtuosa como no lo sean los ciudadanos que toman parte en el gobierno; y en nuestro sistema, toman parte en el gobierno todos los ciudadanos” – Aristóteles en La Política.

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