María Teresa Estrada Jiménez/ Colaboración/
“Juventud Misionera es una obra de apostolado internacional de Red Misión, formada por jóvenes y familias, por medio del cual invitan a todos los fieles a unirse y que prediquen el amor de Dios a través de las misiones de evangelización y de esta forma, hagan visible el rostro amoroso de Cristo”. Este año se llevó a cabo Mega Misiones en el Municipio de La Democracia, Departamento de Escuintla del 12 al 20 de abril. Anteriormente, yo tuve el privilegio de participar en misiones en el 2012 con la intención de cubrir mis horas de servicio social, las cuales eran requisito para poderme graduar pero este año, fue decisión propia participar en el programa.
Debo admitir que no fue fácil ya que estaba renunciando a mis comodidades de descanso, pero conforme iba venciendo el cansancio mi amor por Cristo era mayor.
¿Cómo evangelicé a las personas de la comunidad? Muchas de las personas, pero especialmente los niños, tenían el concepto de que la Semana Santa era considerada como “vacaciones” y que era tiempo para estar compartiendo con sus familias en la playa. Pero nuestra misión, visitándolos de casa en casa, tenía como objetivo cubrir algunas de sus necesidades y ayudarlos a que sigan conociendo más de su Fe. Asimismo, era hacerles reflexionar el verdadero significado de cada día leyendo el evangelio correspondiente para cada día relacionándolo con su diario vivir. Fui a servir, pero terminé recibiendo más de lo que di. En el programa de misioneras teníamos que ir a misa todos los días y cuando escuché esa idea para ser sincera no me agradó del todo, pero estaba totalmente equivocada ya que cada día me sentía con mucha felicidad, energía y amor. Conocí la verdadera felicidad sirviendo a gente que lo necesitaba, también vi cómo había gente que con pocos recursos era feliz con el hecho de tener a su familia, fe y el gran regalo de la vida. Fui evangelizada por cada persona de la comunidad que abría la puerta de su hogar para que pudiéramos hablar de Cristo.
Amando a cada persona es como se ama a Jesús.
No fueron los aplausos y reconocimientos los que me hicieron feliz, sino fue haber vivido una semana fortaleciendo mi fe, rezando, sirviendo a la comunidad, sobretodo hablar de Cristo en todo momento y haber dado lo mejor de mi cada día para transmitir el gran mensaje que Jesús había resucitado por nosotros, porque nos quiere infinitamente. Haber escuchado a Jesús y lo que para él vale un alma, recordar que habita en cada persona. Pero lo más importante fue que me enseñaron a hacer todo con amor. Cada paso, cada sonrisa, cada casa que visité, cada abrazo que dí, lo hice con amor.