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 María Reneé Andreu /Brújula/

En el aula de una universidad, un grupo de estudiantes se sientan hasta atrás. Entre el grupo de estudiantes se encuentra Joaquín, quien tira la basura de la galleta que estaba comiendo en el piso. Inmediatamente casi todo el grupo le dice “no seas indio vos, recogé tu basura”. Y Joaquín, de forma educada, recoge la basura y corrige su error, no colocar los desechos en el lugar indicado.

El racismo se encuentra en la base de nuestra sociedad; muchos investigadores socio-políticos afirman que el racismo en Guatemala es estructural, es decir que ha sido un problema constante a lo largo de nuestra historia  y la manera en la cual opera y  está organizado el Estado, también tiene una base racista. Diversos estudios demuestran cómo el racismo opera en las prácticas sociales, estatales y en diversas ocasiones, económicas.  Una discoteca que por medio de su notificación de “nos reservamos el derecho de admisión”, justifican el no ingreso de una persona indígena a sus instalaciones, es el reflejo auténtico del racismo como práctica social, por citar un ejemplo de muchos.

En muchas ocasiones, no vemos las situaciones que nos rodean como racistas, sin embargo, están más presentes de lo que imaginan.

Joaquín y sus amigos podrán estar muy conscientes de la importancia de preservar el medio ambiente, pero probablemente no del todo de cómo su frase “no seas indio”, reproduce las estructuras racistas de nuestra sociedad. Todo esto tiene una repercusión negativa en nuestras relaciones interpersonales con los otros.  Por medio del racismo, se beneficia a un grupo sobre el otro, brindando ciertos privilegios simbólicos y materiales a cierto grupo derivado a su origen étnico.  El racismo en Guatemala es aceptado, naturalizado  y muchas veces invisibilizado, convirtiéndose así en una práctica colectiva dentro de la cotidianidad de muchos ciudadanos.

Marta Elena Casaús, investigadora guatemalteca que ha escrito una gran diversidad de obras sobre nuestro país enfocados a el desarrollo y la diversidad cultural, define el racismo como “la valoración generalizada y definitiva de unas diferencias biológicas o culturales, reales o imaginarias, en provecho de un grupo y en detrimento del otro, con el fin de justificar una agresión y un sistema de dominación. Estas actitudes pueden expresarse como conductas, imaginarios, prácticas o ideologías que como tales se expanden a todo el campo social formando parte del imaginario colectivo.” Es decir, que es la apreciación en general de un grupo con diferencias culturales, económicas, biológicas, etc. hacia otro grupo haciéndolo sentir inferior para justificar sus conductas, actitudes y valoraciones.

Guatemala se encuentra conformada por cuatro pueblos (maya, xinca, garfífuna y mestizo) la mayoría perteneciendo al grupo maya. A pesar de  su división política en 22 departamentos, dentro de los mismos habita y convive una gran diversidad de prácticas, costumbres e idiomas.  Guatemala es considerado un país multicultural, plurilingüe y multiétnico. La diferenciación cultural que caracteriza a nuestro país muchas veces ha justificado para algunos, el racismo en nuestra sociedad, queriendo homogeneizar a la población y negando la realidad de nuestro país. El racismo es un producto social e históricamente construido.

Nadie nace racista, es la sociedad quien corrompe al ser humano e inyecta las características racistas en el pensamiento y actitud.

Desde el planteamiento de que el racismo es un problema que tiene una base histórica en nuestra sociedad, se puede decir que el momento en el cual este conflicto inicia es desde que los europeos llegan a tierras guatemaltecas buscando la colonización. Está implícito que la historia es contada por los vencedores tras cualquier confrontación o conflicto, en este caso la situación tampoco no cambia. En nuestros libros de Historia y Estudios Sociales normalmente se habla sobre la conquista desde el punto de vista europeo, por ejemplo, abordando muy poco la visión, historia y luchas de los pueblos originarios. Según Marta Casaús, los españoles justifican la victoria de la colonización intentando ocultar la realidad de los pueblos indígenas que fueron vencidos. Esto con el fin de presentar una realidad que mostrara a los indígenas como personas inferiores, malos e incapaces de trabajar por si solos; por lo cual el despojo de sus tierras y la esclavización era justificable. Esta manera de identificación del indígena abarca, desde entonces, las instituciones sociales. Los estereotipos inculcados se vuelve parte de la memoria colectiva de la sociedad, lo cual hace que se reproduzcan como una realidad interiorizándose y naturalizándose. Es  por ello que desde ese momento hasta nuestros días, consideramos que lo “blanco” es mejor que lo “moreno”, que ser “indio” es ser inferior e incluso utilizamos insultos donde se hace de menos al indígena por su condición étnica.

Es de suma importancia estudiar la historia hasta cómo ha sido narrada para entender la dificultad que existe en inculcar una diferente perspectiva de la realidad, y así entender el racismo como tal. Que se pueda apreciar la riqueza cultural de los pueblos indígenas, estudiar su conocimiento y admirar su desarrollo.

A pesar que sabemos que el racismo se encuentra interiorirzado en muchos de nosotros y es difícil de modificar, estamos convencidos que esto no es imposible, conocer nuestra historia, identificarnos con ella y reconocer las estructuras racistas que tenemos interiorizadas, son elementos importante. Por ello, Brújula a partir de septiembre generará una serie de contenidos que buscarán abordar cómo el racismo se encuentra presente en nuestra cotidianidad y cómo podemos ir transformando esta realidad.

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