Arrancó la contienda electoral y como era de esperar, el clima político está tenso y atraviesa un camino de incertidumbre y confusión para muchos.

Como suele ocurrir en la escena guatemalteca, la institución encargada del proceso electoral -el TSE- ha dejado mucho que desear en su actuar y ha colaborado para perpetuar el estado de zozobra existente en cuanto a la participación de algunos personajes (desde diputados transfugas hasta exfuncionarios con órdenes de captura). Aunado a ello, la elevada cantidad de partidos políticos y símbolos que adornarán las papeletas crean cierto grado de desorden y desinformación entre el electorado, sobre todo en los segmentos de la población que por diversas razones, no pueden informarse o simplemente deciden inclinar su preferencia por el candidato que ofrece mucho o que tiene adornada la ciudad, el parque o la colonia con una valla en donde se encuentra abrazando a un niño o a una persona de la tercera edad. Dato crudo pero cierto.

De igual manera, el proceso electoral se caracteriza por una lluvia de promesas que se enfocan en el qué pero no en el cómo. Ya escuchamos la idea de un planetario y un complejo tecnológico en forma de quetzal, la famosa mano dura contra la violencia y el crimen organizado y como no podía faltar, la política de “cero tolerancia a la corrupción”. El problema es que todo suena bonito y atractivo, pero pocos -o ninguno–dicen cómo van a financiar sus ambiciosos proyectos y las acciones a llevar para no tolerar la corrupción.

Sin embargo, debo admitir que es un avance para el debate nacional que se empiece a hablar de la generación de empleo y de la atención que debe poner la próxima administración al tema. Finalmente, se empieza a romper el monotema de lucha contra la corrupción y sólo algunos siguen apelando al falso dilema de “si no se piensa como nosotros, son del -ya desgastado y sobreutilizado- #PactoDeCorruptos”.

Parece que finalmente se están empezado a poner sobre la mesa los temas que atañen al día a día de las personas y no al diario vivir de los generadores de opinión pública y los juristas que deciden la vida política y social del país desde la poltrona del poder.

En lo personal, y como le he expresado en este espacio, creo que la reforma integral del Estado necesariamente pasa por  optimizar su tamaño para poder cerrar espacios que son utilizados por políticos y agentes privados oportunistas que creen que lo público les pertenece. Hasta el momento, parece que sólo la propuesta de Julio Héctor Estrada contempla cerrar algunas secretarias y unificar determinados ministerios del Ejecutivo, lo cual me parece razonable y necesario. Sin embargo, espero que más partidos se sumen a proponer reformas profundas sobre el funcionamiento y la estructura orgánica del Estado, ya que en dicho asunto radica la mayoría de nuestros males.

Otra propuesta que me llamó la atención fue la del Dr Giammattei, ya que hace hincapié en elevar la inversión como porcentaje del PIB, el crecimiento económico e incluso va más allá y entra en el terreno de la desigualdad a través del coeficiente de Gini. No obstante, hay un punto importante en esto: las metas (expresadas en tasas de crecimiento, índices, etc.) no se logran por meros decretos; para llegar a ellas se necesita un plan de acción, un arreglo institucional y si fuera necesario, reformas legales para crear las condiciones propicias para que el aparato productivo y las condiciones sociales empiecen a mejorar.

Sigo convencido que la verdadera lucha contra la corrupción es aquella que se enfoca en minimizar el tamaño del poder y en establecer reglas claras que permitan a los individuos ejecutar sus planes de vida sin dañar los proyectos de vida del prójimo.

En mi incredulidad, cuando escucho que un candidato dice que va con todas sus fuerzas a atacar el cáncer de la corrupción pero su propuesta se basa en expandir el tamaño del Estado (regulaciones, más impuestos, más secretarías, planes sociales, subsidios, etc.) me parece que no se está dando cuenta -o quizás sí- que sólo está proponiendo la perpetuación del problema que tanto está dispuesto a erradicar. 

El país necesita candidatos con propuestas claras que se basen en un diagnóstico técnico. No se trata solamente de decir qué se hará, lo importante es cómo se hará y ahí la demagogia no encuentra cabida.

Ojalá este año le ganemos al populismo y a las promesas vacías.

 

Compartir