Column 1
Column 2
Un noble llegó a una remota aldea con muchos problemas y le prometió a la gente ayudarles. El noble les devolvió la paz, mejoró sus vidas y les ofreció protección. La gente estaba conforme con él, pues ayudaba. Le dieron su apoyo aun cuando expulsó a los sabios que hacían cumplir la ley. Muchas cosas cambiaron y a pesar de lo rápido que crecía el poder del noble, la gente estaba dispuesta, ello mientras él les protegiera. “El fin justifica los medios”, se decían unos a otros. Pero las cosas cambiaron cuando las leyes que ordenaban la vida en la aldea fueron cambiadas; el noble puso las suyas y la gente finalmente se dio cuenta de algo: el noble ya no tenía límites y podía hacer lo quisiera…
Salgamos de nuestro cuento y veamos la realidad.
Particularmente en América Latina nuestras democracias están sufriendo, debido a personas que llegan al poder y de la mano con la corrupción, los intereses particulares y grupos aprovechan las instituciones del gobierno, dejando a tras a las personas. Pero estas personas llegaron a esos puestos por medio de elecciones, hay leyes que determinan cómo son las instituciones en las que están estas personas y se supone que hay mecanismos para frenarlos y hacer que les caiga el peso de la ley. Que pase algo como en la aldea es muy exagerado, quiero decir, gobiernos autoritarios quedan pocos. ¿O no? Autoritarismos como los que conocimos en nuestra región en el siglo XX, quedan pocos. Sin embargo, tenemos que ver las tonalidades, lo que ocurre entre líneas.
Esto lo podemos observar de distintas formas: El Legislativo tomando decisiones que afectan el Estado de Derecho en la madrugada, mientras la población duerme, menoscabando la separación de poderes, la independencia judicial y pone en riesgo la estabilidad política del país; servidores públicos desprestigiando e intimidando a la prensa y a defensores de derechos humanos; el Ejecutivo usando medios institucionales o estatales para hacer propaganda masiva del gobierno, para justificar a sus aliados y criticar a los cooperantes internacionales, por mencionar algunos.
En los últimos meses hemos visto este tipo de acciones que han alarmado a muchas personas. ¿Pero estoy hablando de El Salvador o Guatemala? Lo más preocupante es que bien podría ser de ambos países. Porque en El Salvador la excusa es que “están limpiando la casa” y la popularidad de Bukele y sus Nuevas Ideas aún no se desgastan lo suficiente como para encender las alarmas de la ciudadanía, como explicaba hace unos días el Lic. Eduardo Escobar. Por otro lado, en Guatemala, Giammattei y sus aliados lo usan como la excusa de que VAMOS a devolver la institucionalidad, el Estado de Derecho y la soberanía aunque en realidad el pacto oficialista (y corrupto) está haciendo todo lo contrario; solo que aquí las alarmas ya sonaron pero parece que no las escuchamos. No es exagerado pensarlo así, tanto la Sala de lo Constitucional en El Salvador y la Corte de Constitucionalidad en Guatemala estarán fallando a favor de los intereses particulares de estos individuos y sus aliados, que en el pasado encontraron límites a lo que querían hacer.
Debemos identificar cómo se mezclan en nuestros sistemas políticos tintes autoritarios, que manchan nuestras democracias.
En redes he visto muchos comentarios, donde se resignan a lo que ocurre en nuestro vecino país diciendo “El fin justifica los medios”. Particularmente con la forma en que el gobierno de Bukele ha venido haciendo las cosas, sin embargo debemos recordar que no importa cuánto bien parezca que un gobierno haga, si nos quitan las garantías que limitan el poder del gobierno y aseguran que no van a restringir nuestras libertades, tenemos un claro problema frente a nuestros ojos. El fin no justifica los medios.
Por algo en democracias y repúblicas como las nuestras hay leyes, instituciones y separación de poderes; aquí ya nos han cambiado leyes y pareciera que decidieron las candidaturas del 2023. Claro, hay mucho que mejorar en los medios y no dejarnos engañar por los fines. Por eso insisto en prestar atención a las advertencias. No olvidemos que personas como Bukele y Giammattei se deben al pueblo, no al revés.
Creer que en su figura recae la salvación de una nación, es un engaño que a ellos les conviene que nos creamos.
Aquí recae la importancia de informarnos y educarnos, como bien nos hace reflexionar José Búcaro, sobre cómo construir un mejor país y hacer frente a la corrupción. No es una cuestión ideológica o personas queriendo mantener las cosas como eran antes, incluso la academia ha hecho ver su preocupación y venía advirtiendo y estudiando estos fenómenos desde antes. ¿Por qué cuando apareció la COVID-19 insistimos en escuchar a la comunidad científica y con esto no escuchamos las advertencias de quienes honradamente se dedican a las ciencias jurídicas y políticas?