corte de cabello

Andrea Urrea/ Colaboración para el Instituto de Estudios Humanísticos/

“En Inglaterra hubieras sido una del montón”, me dijo mi tía cuando me vio con el nuevo estilo de cabello

“Qué valiente”, “Yo nunca hubiera podido”, “¿Qué dijo tu novio?” y luego vinieron los comentarios complementarios como: “Demuestra actitud” “Pero a ti se te mira bien, no a cualquiera le va”.

Hacía años que tenía el mismo look, pelo largo por debajo de los hombros, nunca lo había teñido y la verdad es que necesitaba un cambio. Necesitaba un cambio drástico, estaba cansada del mismo estilo y de que se me cayera el cabello, pero más que eso, necesitaba una renovación personal. Hace poco decidí raparme. He recibido toda clase de reacciones, comentarios de sorpresa, intriga de qué fue lo que me motivó a hacer tal “locura” con mi cabello, otros aprobando mi look y unos cuantos de desaprobación rotunda. También he sentido las miradas curiosas sobre mí y murmuraciones cuando entro a algún lugar, y una que otra vez gente totalmente desconocida se ha acercado a “felicitarme por mi valentía y estilo”.

Mi valentía. Porque dentro de lo que es aceptado socialmente, una mujer debería llevar el cabello largo. Los roles de género son construcciones sociales de lo que se espera de la actitud y comportamiento de una mujer o un hombre. Por ejemplo, una mujer debería ser dulce, dependiente, cariñosa, de su casa, bella; un hombre debería ser competitivo, independiente, trabajador. Y aunque hombres y mujeres tienen características físicas y biológicas específicas, como por ejemplo dar a luz, estas se ven influenciadas por normas y actitudes sociales.

El sociólogo canadiense Erving Goffman planteaba que los seres humanos se comportan de manera distinta dependiendo de la situación y entorno en el que se encuentren. Es decir, una persona acturá de manera tal a partir de lo que piensa que las demás personas esperan de ella, y por supuesto, se comportará de formas distintas con grupos distintos. Prácticamente usamos fachadas o máscaras, y la mayoría de las veces lo hacemos inconcientemente, para poder ser aceptados dentro dela sociedad.

Entonces es lógico que una mujer con la cabeza rapada provoque toda clase de reacciones.

Sin embargo, ¿por qué tanto alboroto por un corte de cabello? Al fin de cuentas es solo cabello y tomará unos meses para que vuelva a crecer. Pues es fácil, porque una mujer con la cabeza rapada se sale de la norma, de lo que es aceptado socialmente. Y aquí entran en juego todos los prejuicios y estigmas sociales que existen, que no son más que la desaprobación social de características y creencias personales que son contrarias a las normas culturalmente establecidas.

Por supuesto que este rechazo no solo sucede con el cabello, sucede con todo aquello que no sigue la norma. Tatuajes, piercings, cabello de colores, rastas, mohawks, estilos de vestir que no asemejen lo que muestran las revistas de moda, etcétera. ¿Quién no ha escuchado comentarios como “No vas a conseguir un trabajo decente si tenés tatuajes, piercings y el pelo así”? , “es un(a) rebelde” o “pobre, saber ni qué problemas personales tendrá”. Hay lugares que le niegan la oportunidad laboral a alguien por tener un tatuaje porque va en contra de las políticas de la empresa, o lo permiten únicamente en lugares que tengan que ver con cosas artísticas. Puede ser que la discriminación por apariencia no sea directa, pero basta con entrar a algún lugar para sentir las miradas curiosas y acusadoras de los presentes.

Si bien es cierto que la forma de vestir o el estilo que tengamos denota una personalidad, no define nuestras capacidades. ¿Por qué encasillar a alguien solo por su apariencia exterior? ¿Por qué dejarse llevar por los estereotipos? Puede que nos perdamos la oportunidad de conocer a una persona extraordinaria por los prejuicios impuestos por la sociedad.

 

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