Ricardo Trejo/ Asociación Tik Naoj/ Opinión/
A más de 30 kilómetros al norte del centro de la ciudad, en la periferia, se encuentra la aldea Sacojito. Como muchos rincones del país, este lugar se encuentra en abandono por las autoridades; aun así posee características como hospitalidad y solidaridad, donde cada día alguien madruga y vende su fuerza de trabajo al sistema, que lo hace olvidarse de sus penas e insertarlo en la indiferencia. Esto, porque lo que importa es que sea una marioneta más para poder servir al patrón y poder ofrecer lo que según él o ella tiene, su fuerza de trabajo.
No es de extrañarse que acá la madre tierra en vez de vestir de verde, vista de colores de tanta basura que la adornan desde la entrada, hogar de propios migrantes del interior y extranjeros; con niños que en vez de nutrirlos en la mañana los envenenan con comida chatarra; donde la fe en vez de mantener a uno mantiene a muchos; donde una pelota, libras de pescado, gallinas, parales, láminas, callan y hacen que no se despierte de ese letargo de organización colectiva.
Claramente se puede ver un ring, donde se lucha por satisfacer el hambre y la comodidad individual o familiar.
La cultura de consumo está insertada, se cambia educación por aparatos electrónicos, una buena alimentación por medios de transporte como motocicletas. La tierra pide a gritos ser trabajada y más bien ese grito es la porra para el fútbol dominguero, que es el único entretenimiento, donde el nombre de equipos de fama invitan anhelar más una realidad que está muy lejos para muchos. Es esta la única manera de muchos jóvenes y adultos de olvidarse un poco de la explotación del patrón, y de las problemáticas familiares o las que están al salir de casa.
Mientras que en occidente se resisten a las hidroeléctricas, en el oriente a la explotación minera, en el nororiente a los monocultivos (ejemplos desde una mirada global); y esta aldea que está en la periferia de la ciudad capital, está invisibilizada a la realidad de muchos, donde el paternalismo es el principal cacique y hace que la indiferencia sea la gangrena para todos los aldeanos en su diario vivir.
El recuerdo de lo que un día fue este lugar está oculto, y es acá donde se reconoce que los adultos no solo están cansados por los años, sino también de las luchas fallidas.
Es por eso que surge la organización de unos cuantos jóvenes, que creen que este es un mensaje sutil de parte de los que un día hicieron, la consigna seria “ahora les toca hacer a ustedes, lo que va a heredar su generación”, algo que no ha sido nada fácil, la apatía es grande, pero la perseverancia es la convicción.
Pasos cortos pero firmes, son los que están dando estos jóvenes que buscan a través de la reivindicación de la identidad, despertar a su comunidad y abrir el camino nuevamente, para el bienestar común, a través de actividades deportivas, culturales, artísticas y educación popular. Valorando así, el poco conocimiento ancestral que aún persiste en la aldea, reconociendo que es el mayor tesoro que se posee, ya que es esta sabiduría la que puede indicar con mejor claridad el camino, no hacia un “desarrollo” sino hacia el bien común.
Imagen: Marcelo Jiménez