alcohol

José Rodolfo Ruiz/ Corresponsal/ Opinión/

Personalmente tengo el hábito de beber desde los 13 o 14 años, ya no recuerdo con exactitud. Muchos de mis conocidos empezaron a edad similar, pero los patojos que veo hoy en día beben desde los 10 u 11 años. Esa mención no es concluyente: es mi percepción. Pero me parece alarmante. Y digo “alarmante” estando consciente de que mi inicio de consumo también fue prematuro.

¿Por qué bebemos? Me he estado haciendo esta pregunta desde hace mucho tiempo. ¿Quién dijo “qué delicioso sabor” al probar una bebida alcohólica por primera vez? No hablo de las bebidas preparadas, hablo del licor puro, como quizá fue el primer sorbo de muchos. Me parece comprensible que nos guste el efecto, esa parestesia alegre que crea una mente despreocupada. Hay quienes no sienten agrado en ese estupor, lo cual también es comprensible. Pero si no nos gusta de inicio, ¿por qué seguimos tomando?

A mi mente salta rápidamente la presión de grupo. ¿Pero a cuántos de ustedes los han obligado a tomar? Creo que es una presión implícita; todos lo hacen, entonces yo debo hacerlo. Aunque es cierto: ese “No seás hueco, hombre. Tomate una” es muy común. Sin embargo, ¿qué tanto se nos presiona si nos negamos? En mi experiencia y en lo que he visto de otros, la gente no presiona mucho en que uno beba. Unos cuantos “tomá hombre” respondidos por una igual cantidad de “no” firmes y termina la insistencia.

Veo alcohol mientras conduzco, en los planes de fin de semana, en las celebraciones, en las tristezas, cuando hay partido y cuando no hay, en el puerto y en el volcán, en las reuniones sociales y de trabajo, en las fiestas y en las tertulias del final de la tarde.

Para mí es tan común escuchar “vamos por un litro” como “juntémonos por un café”, pero ese soy yo y mis amigos borrachos.

Quisiera saber a qué se debe tan alta y temprana incidencia en el consumo de alcohol. ¿Nos bombardean los medios o lo glorificamos como sociedad? ¿Qué otra alternativa existe? No pueden ser los medios; es prohibido que en un medio aparezca una persona consumiendo. Eso sí, aparecen con el trago en la mano y eso es más que suficiente sugestión. Entonces, ¿lo glorificamos como sociedad? Creo que esta segunda es más cercana.

A mi parecer, lo glorificamos como sociedad, y en consecuencia los medios nos bombardean con él. De tal forma que la glorificación aumenta y así sucesivamente. Fácil prueba de percepción: ¿quién es más macho: el que no tomó nada o el que vació botellas, hizo escándalos memorables y aunque terminó tirado, cubierto en vómito fue un éxito en la fiesta? En las mujeres, tampoco está muy lejos el asunto, pero el machismo restringe un poco la opinión positiva de mujeres intoxicadas versus la de hombres en el mismo estado, aunque a la hora de la hora: si tu amiga no se emborrachó en la fiesta, no es alegre; no la volvás a invitar.

A todo esto, hay que sumar que los juegos de beber solo contribuyen al problema. ¿Quién no conoce los juegos de beer pong, kings, fuck you, competencias de turbo-chelas, sus versiones strip, entre tantos otros?

Por supuesto, todos estamos conscientes de los riesgos de salud y a la vida que vienen de consumir alcohol, pero estamos tan poco sensibilizados a ellos que lo tomamos de broma. “Este fin de semana, fijo cirrosis”, “vos chocaste porque no sabés manejar bolo”, “esa es goma de principiante”, “la goma se quita con más güaro”, “una no es ninguna”, etc.

Muchas veces me parece que las únicas veces que sentimos arrepentimiento después de una borrachera es por haber chocado, realizar una indiscreción física con otra persona, por enviar un mensaje o haber hecho una llamada indebida.

Sin embargo, el arrepentimiento no es por la borrachera, sino por el error cometido durante esta.

A pesar de eso solemos mencionar el típico “ya no vuelvo a ponerme así de bolo” del chapín mentiroso.

En tiempos anteriores, ver a un joven de 16 años consumiendo alcohol era escandaloso. En mis tiempos, lo era un joven de 13. Ahora yo mismo juzgo a quienes a sus 11 años ya consumen, y los tacho de “pubertos prematuros”. Es irónico, pero veo que la tendencia es esa y el de la tienda le vende al que lleve suficientes billetes. Será exagerado pero, ¿vamos a continuar el ciclo hasta el punto de poner licor en las pachas de recién nacidos? De hecho ya lo hacemos con el “póngale unas gotitas de güaro en la pacha para que se duerma y no friegue” de las abuelitas.

¿En dónde se termina esto? Por mi cuenta llevo casi cinco meses sin beber, aunque debo confesar que la razón de mayor peso fue el golpe rutinario a mi economía. ¿Has calculado vos cuánto gastás en licor al mes? ¿Cuánto vas a beber en Halloween? ¿Cómo vas a manejar en época de convivios? Sí, resulta más barato tomar en casa de alguien que en un bar, pero es entonces cuando se bebe más. Pero además de en dónde termina, repito: ¿por qué bebemos desde el principio?

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Imagen: http://static.giantbomb.com/uploads/original/2/27458/1182775-homer_drunk_on_couch.gif

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