Gabriela Maldonado/ Opinión/
Estoy agradecida por este momento en la vida, por la oportunidad de viajar por Guatemala acompañada de amistades viejas y nuevas. Estoy agradecida con nuestra Madre Tierra, sus montañas, ríos y lagos, porque me ha permitido acercarme a ella y llenarme de su energía sanadora y destructora.
Que sane nuestra capacidad de amarnos y de escucharnos; que sane nuestra habilidad de soñar un futuro en cooperación y no en competencia; que se destruya el odio, los prejuicios y la desconfianza; que caigan las murallas, productos de la ignorancia humana, que nos separan y dividen.
También estoy agradecida con todos los que han compartido sus historias conmigo a lo largo de este camino. Al viajar por el país no solo disfruto de paisajes, sino que busco entablar conversaciones con las personas que voy conociendo, especialmente con aquellos guatemaltecos y guatemaltecas con experiencias de vida muy distintas a las mías. Me motiva una curiosidad innata y la necesidad de conocer la diversidad de la experiencia humana, en especial dentro del contexto guatemalteco donde me desenvuelvo.
Reflexionando sobre la oportunidad de conocer personas de distintos trasfondos sociales, alguien me comentaba que es más fácil odiar a la distancia. Estoy de acuerdo. Es más fácil imaginar a personas desconocidas como monstruos inhumanos que merecen nuestro desprecio. Es más fácil justificar toda clase de violencia y abuso contra aquellos cuyos nombres no conocemos, cuyos rostros no distinguimos dentro de multitudes — como sucede hoy en el caso de la violencia en contra del pueblo Palestino, por ejemplo, y una y otra vez en el caso de guatemaltecos campesinos que son atacados por el Estado Guatemalteco e intereses privados.
An apple fell and Newton discovered the law of gravity. Hundreds of bombs fell on Palestine and no one discovered the law of humanity.
— Naveed Iqbal (@NaveedIqbal5677) julio 16, 2014
Una manzana cayó y Newton descubrió a ley de la gravedad. Cientos de bombas cayeron sobre Palestina y nadie descubrió la ley de la humanidad. @NaveedIqbal567
Por otro lado, se torna más difícil odiar y rechazar a las personas cuando llegamos a conocerlas honestamente y a un nivel personal, porque llegamos a vernos reflejadas en ellas: una misma humanidad compartida. Y es que odiar a otros significa odiarnos a nosotros mismos y rechazar una parte de nuestro ser. Sus debilidades, son mis debilidades; sus fortalezas, mis fortalezas; las diferencias, lo que nos une. Al final de cuentas, ya sea desde una perspectiva espiritual o material, todos somos igualmente humanos, “hermosa y diversamente lo mismo en esencia” como escribió Juan Pablo Romero Fuentes hace unos días.
Que todos somos polvo de estrellas, decía el astrofísico Carl Sagan. Que cada uno somos el producto de millones de moléculas en cooperación creativa, nos recuerda Chani Nicholas en los horóscopos de esta semana. Que todos fuimos creados a la misma imagen, dicen otros; personas de maíz que respiramos el mismo aliento de vida.
¿Qué es lo que te causa desconfianza, te da miedo, incluso vergüenza? ¿Qué personas representan esas identidades que rechazas? El reto es acercarte a ellas y escucharlas.

El reto es conocerlas más allá de los estereotipos y los chismes. El reto es entablar una conversación de corazón a corazón, sin máscaras que nos disfracen. Quiero creer que somos capaces de escucharnos y extendernos compasión, la cual es definida como “amor en acción”; un amor que reconoce las heridas en nuestros y otros cuerpos, que es paciente con nuestro crecimiento personal y está dispuesto a hacer lo necesario para rectificar las injusticias cometidas.
Ojalá y seamos capaces de sintonizar nuestros oídos al latir en el pecho de desconocidos, lejanos y cercanos, y que podamos reconocernos a nosotras mismas en su mirada.
¡Que la compasión le gane a la desconfianza!