Brújula/
Más de veinte días han transcurrido desde la tragedia del pasado 8 de marzo en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción. En ese lapso de tiempo, muchos de nosotros nos hemos indignado, protestado, escrito, opinado y hasta llorado por la situación que evidenció – una vez más- lo frágil que es nuestro sistema político. Sin embargo, entre el desborde de emociones que muchos guatemaltecos hemos experimentado, hay una que puede llegar a abrumar: la impotencia de no saber por dónde empezar a cambiar este país.
Definir las responsabilidades penales detrás de la tragedia es una petición clara y necesaria, pero definitivamente para nada suficiente ni integral para lograr que las condiciones de los albergues temporales cambien. Seguir hablando de las “niñas” sin dar un paso al frente para salir de la revictimización de las víctimas, llevará la discusión a un puerto vacío. Es importante problematizar la institucionalización de los niños, tomando conciencia que los “Hogares Seguros” -nombre bonito para lo que la Ley de Protección Integral a la Niñez y Adolescencia denomina albergues provisionales- son el último eslabón de una cadena que se rompe por su lado más frágil: la niñez no querida, abusada, abandonada.
Institucionalizar a la niñez y adolescencia debería ser siempre nuestra última opción.
La Ley de Protección establece una serie de medidas previas que la familia y el Estado debieran tomar antes de enviar a alguien a un albergue temporal. Sin embargo, el sistema mismo muchas veces obliga a los jueces a que estos albergues sean más que una última opción, la única opción ante niños abandonados. Y entre albergues estatales o privados, a los estatales finalmente llegan los más abandonados de todos. Entre casos de violencia sexual, maltrato psicológico, descuidos de padres de familia y otros, también hay casos de niños o adolescentes que han estado en conflicto con la ley y que una vez cumplida su condena, al regresar a casa, ya ni en casa los quieren. ¿Qué se hace con ellos? ¿A dónde se les envía? Deben pasar la noche en algún lugar, y el lugar más “seguro” llega a ser en la mayoría de casos los hogares seguros del Estado.
Definitivamente siempre hay otras opciones y algo más que hacer. De acuerdo al abogado especialista en casos de niñez y adolescencia, Marvin Rabanales, la vía siempre debe ser encontrar el recurso familiar idóneo para el niño que necesita protección. Pero para ello, un par de garantías deben ser cumplidas, siendo una de ellas el contar con un marco legal idóneo para regularizar estos procesos. Actualmente varios actores se encuentran trabajando e impulsando la creación de un anteproyecto de Ley del Sistema Nacional de Protección de Niñez y Adolescencia, que renueve la ley existente, ya que actualmente como se encuentra legislado (sin un reglamento), el Estado de Guatemala no logra establecer un verdadero sistema articulado que vele por la protección de la niñez y adolescencia del país.
Asimismo, en caso de necesitarse abrigos temporales, se pueden pensar en otras opciones como los hogares intermedios, familias temporales, programas de 72 horas donde no es necesario que los niños ingresen oficialmente a un abrigo (por ejemplo para los casos de Alba-Keneth), bancos de familias sustitutas, etcétera. Muchas de estas opciones no se encuentran reguladas en la actual legislación y para algunas otras, por ejemplo las familias sustitutas, se haría necesario modificar a su vez la Ley de Adopciones. Asimismo, será importante que en la reingeniería del sistema, también se tomen en cuenta aspectos como el perfil de los educadores, monitores, asignación de recursos, entre otros.
Todas estas opciones son necesarias, y especialmente para un país y un Estado que tiene niños no queridos. Aunque parezca irreal, es verdad: una buena cantidad de la niñez y adolescencia de este país termina en las calles, siendo víctima de trata de personas o huyendo de casa porque no son bienvenidos en sus hogares. El porqué de eso no se puede responsabilizar solamente en los padres de familia, las razones definitivamente los sobrepasan y tiene más que ver con un sistema social, político y económico que nos abandona a todos, a nuestra suerte. Las opciones y caminos para cambiar son muchos y en el caso de los Hogares Seguros, que este texto sirva para pensar algunos de ellos.