Aunque parezca prematuro, creo que ya es tiempo de ir preparando el ambiente para los debates electorales del próximo año. Todo el tiempo se dice que las elecciones marcan el nuevo rumbo del país para los próximos cuatro años, pero creo que el 2019 será histórico y fundamental, puesto que el país ya no puede seguir marchando al ritmo que lo ha hecho durante décadas y es más que evidente que todo lo que se ha hecho no ha beneficiado más que a unos cuantos.
Desde el 2015, la lucha contra la corrupción se ha convertido en el tema más abordado y discutido en el foro guatemalteco. Los medios de comunicación, las redes sociales y la academia han tenido un papel fundamental en la difusión -y lamentablemente en la desinformación- de este tópico que enciende pasiones en toda la región.
El papel que ha tenido la Cicig en conjunto con el MP ha sido ampliamente discutido, en donde se puede encontrar un universo de opiniones, unas bastante serias con análisis técnicos y objetivos, y otras, bastante sesgadas, infantiles, irrisorias y casi románticas. Me temo que han primado las últimas. Son pocos los “analistas” que cuestionan la praxis política de los actores de la denominada lucha contra la corrupción. Los demás, se han dedicado a construir falsos dilemas, a dividir y a monopolizar la opinión pública para hablar majaderías todo el tiempo.
Me parece peligroso que la agenda de país dependa de figuras mesiánicas que pocos actores se han dedicado a construir. Y me parece aún más peligroso que el debate electoral y los candidatos seducidos por endulzar los oídos de todos estos personajes se enfoquen en discutir y perpetuar el único tema que parece preocupar en el país.
Espero que el debate sea serio, honesto, técnico y consecuente con la realidad del país. Que el combate a la corrupción sea parte del abanico de políticas que un gobierno debe adoptar y que si un candidato o partido no comparte la agenda de Cicig y tenga razones que se pueden discutir seriamente, no sea tachado de corrupto o se afirme que está del “lado incorrecto de la historia”.
Exijamos planes de gobierno que tengan un diseño de política económica que contemple la creación y consolidación de bases jurídicas para oxigenar el clima de negocios que dote de seguridad jurídica a las inversiones nacionales y extranjeras. Busquemos una propuesta que exponga una reforma fiscal que permita funcionar al Estado de manera óptima y eficiente. Abramos la puerta a hablar temas nuevos que rompan los esquemas y las formas en las que se han hecho las cosas. ¿Por qué no hablar de un sistema de vouchers educativos para mejorar el sistema educativo? ¿Por qué no hablar de cómo se puede mejorar el régimen de salarios de los agentes policiales y los profesionales de la salud?
De igual manera, busquemos candidatos que tengan un plan que le apueste a asociaciones públicas-privadas para construir una agenda de industrialización e incentivo de bienes destinados a la exportación, así como también una serie de medidas que rompan las barreras al libre comercio con el resto del mundo. Dicho de otra manera, busquemos candidatos con propuestas de políticas económicas y sociales realistas y realizables en un horizonte temporal prudente.
Espero que el tema central de la mesa de debate no solo sea Cicig, el comisionado o cualquier otra cosa que pueda categorizar al candidato dentro del “lado incorrecto de la historia”.