
Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella, el viajero se deja absorber demasiado por los problemas de la escalada, se arriesga a olvidar cual es la estrella que lo guía.» Antoine de Saint-Exupery
Desde pequeños nos dicen “los hombres no lloran” para enraizar en nosotros dureza y que aprendamos a esconder nuestras emociones, pero eso es mentira; no entiendo porqué se nos restringe tanto algo tan natural y necesario como derramar lágrimas, sin pena admito que muchas veces he llorado, y fue de alegría, enojo, frustración, tristeza y esperanza. Nada me pone la piel de gallina como recordar ese momento donde mi vista se nublo y se me hizo un nudo en la garganta, era un 16 de mayo por la noche y estaba frente a mi ordenador viendo imágenes, testimonios, cifras y vídeos de una jornada histórica; cuando me topé con las fotos, del momento mas emotivo del día (a mi parecer), era la USAC fundida en un abrazo con las universidades privadas (URL, UVG, UFM). Eran las lágrimas que me había guardado durante toda la jornada que había vivido en mi bicicleta, porque esos jóvenes en un gesto tan simbólico estaban rindiendo un homenaje discreto y estremecedor a todos los mártires universitarios que años atrás dieron su vida luchando por ideales de paz y justicia, estaba llorando de esperanza.
Durante 19 semanas uno tras otro caían los paradigmas, nos demostrábamos a nosotros mismos lo que se puede lograr cuando se deja de lado las diferencias de credo, política y hasta equipos de fútbol; venían a mi mente algunas lineas atribuidas a Gabriel García Marquez, sobre los Guatemaltecos…
“Los guatemaltecos beben en la misma copa la alegría y la amargura.
Hacen música de su llanto y se ríen de la música.
Los guatemaltecos toman en serio los chistes y hacen chistes de lo serio.
No creen en nadie y creen en todo.
¡No se les ocurra discutir con ellos jamás!
Los guatemaltecos nacen con sabiduría. No necesitan leer, ¡todo lo saben!
No necesitan viajar, ¡todo lo han visto!
Los guatemaltecos son algo así como el pueblo escogido, por ellos mismos.
Los guatemaltecos se caracterizan individualmente por su simpatía e inteligencia
y, en grupos, por su gritería y apasionamiento.
Cada uno de ellos lleva en sí la chispa de genios y los genios no se llevan bien entre sí,
de ahí que reunir a los guatemaltecos es fácil,
pero unirlos es casi imposible.”
Cuanta verdad sobre nosotros hay escrita entre lineas; henos aquí riendo de nuestro llanto, porque cuando se nos reveló un poder paralelo que defraudaba al Estado y dejaba a nuestros niños sin escuelas, sin escritorio y sin refacción, a los hospitales sin recursos para abastecerse de equipo y medicamentos, a las dependencias de justicia (MP y PNC) sin recursos para hacer su trabajo, allí estábamos protestando, con derroche de creatividad, ideas, sátira, arte y propuestas tan extrañas como tangibles. No solo nos habíamos juntado, empezábamos a unirnos por una causa común; compartíamos ideales, ganas, miedos, esperanza y el deseo de un futuro mejor. Los peones estaban poniendo en jaque al rey, quien luego sacrifico a su reina para apaciguar las aguas; pero ese fue tan solo el efecto domino. Cayeron sus leales alfiles, la caballería lo dejó solo y sus torres se desmoronaban. Nos sentimos capaces de todo, invencibles, únicos, héroes de nuestra causa, inmortales y orgullosos de lo lejos que habíamos avanzado.
Repetíamos una y otra vez #EstoApenasComienza porque somos conscientes de nuestra capacidad y voluntad para ir mas allá de esto. Pero llegó septiembre y en vísperas de elecciones la unidad y hermandad que habíamos sembrado en 19 semanas parecía empezar a marchitarse, súbitamente nos veíamos divididos entre los que apoyaban el ejercicio democrático, como forma de legitimar la postura votando cruzado y los que no apoyaban unas elecciones, argumentando que no cambiaban nada. Nos confrontaba un ejercicio que, conformes o no, tendría lugar el 6 de septiembre con un gran número de candidatos que dejaban mucho que desear. Llegaron las elecciones y el pueblo acudió a las urnas, pareciera que no era una fiesta ciudadana, simplemente estábamos escogiendo a nuestros representantes para los próximos 4 años.
Resultados inéditos para muchos, con sorpresas gratas y otras no tanto (por ser las de siempre), pero para nuestra mala fortuna, esos mismos resultados estaban dividiéndonos todavía más: unos a otros confrontados, defendiendo al candidato que cada quien consideraba idóneo y llamando “imbéciles, retrasados, mal nacidos…” y demás barbaridades a todo aquel que se atrevió a creer en alguien más. Aún hoy, dos semanas después, se respira un aire tenso y de derrota; como si la gente esperase que todo se solucionara en la plaza o en las urnas.
No entiendo como nos quedamos estancados en la crítica, el ataque y la difamación; mientras nosotros estamos enfrentados por lo que creemos es necesario para el país, la clase política se ríe que ya no estemos tan despiertos. Pareciera entonces que ir a protestar era un moda, una oportunidad de tener una selfie y poder llamarse patriota, que se pretendía cambiar el país a puro meme, estados, likes, tweets y fotos.
¿Cuándo vamos a entender? ¿Cuándo vamos a entender que este país no va cambiar solo escogiendo presidente? ¿Cuándo vamos a ser conscientes que 19 semanas de protestas son apenas el comienzo?
Tanta energía malgastada en alegar que las elecciones no se debían realizar, que los candidatos no eran lo que se necesita o se quiere, que los resultados no son los que queríamos, que mi candidato si estaba preparado, etc. Pedimos cambios y exigimos renuncias, aunque no estemos dispuestos a cambiar actitudes o renunciar a paradigmas; pedaleo por la calle y con tristeza veo que en el tráfico seguimos siendo los mismos desesperados, que los niños trabajando nos siguen dando igual, hay basura en las calles, los jóvenes viven enajenados a la realidad, se dice que los pobres se ven feos en las calles y que el estereotipo de “indio ignorante” se afianzo en el imaginario después de las elecciones.
Tal parece que nuestro deseo de ver florecer a Guatemala la hizo retoñar en invierno, los brotes de primavera llegaron en una noche que parece ser muy oscura y cuando el frió cala fuerte. Tanto se nos adelantó, que si no la cuidamos la perderemos antes que pueda estar con nosotros; hace falta que le demos lo necesario para crecer lento pero seguro: nuestros ideales como luz, nuestra lucha como agua, la paz y justicia como tierra fértil. No nos vamos a mover si seguimos queriendo tener la razón, si creemos que nuestra verdad y pensar son los únicos que valen, si seguimos alimentando los prejuicios con los que vivimos todos los días. Bueno o malo, vivimos en un país libre, con una democracia (que a veces parece de cartón); aquí no es cuestión de qué quiero yo, sino de qué vamos hacer todos juntos. Yo no abandono a Guatemala porque las cosas no son como yo quiero, como sé que los bata blanca no se rinden en hospitales insalubres y desabastecidos, que los maestros no dejarán de enseñar a sus niños y jóvenes, que los bomberos seguirán arriesgando sus vidas por el bienestar del prójimo, que los campesinos seguirán cultivando para llevar el sustento a sus familias. No es cuestión solamente de ir y votar en segunda vuelta o regresar cada sábado a la plaza, eso es fácil, comparado con el magno esfuerzo que requiere involucrarse, fiscalizar, denunciar, romper la cultura de silencio e inferencia que profesamos.
Aquí se pone buena la cosa, acá se bajan del tren los que lo hacían por moda, por capricho o por perder el tiempo; sin importar qué se quiera, a partir de este punto, vamos a ver quiénes son los que se comprometen con el país y quiénes solo estuvieron para hacer ruido u ondear la bandera.
Se avecinan tiempos de cambio y participación ciudadana; quiero pensar que nada ha sido en vano, que las protestas en la plaza significan algo, que 19 semanas seguidas luchando y mostrando inconformidad o indignación no fueron inútiles. Quiero creer que la unión hará la fuerza siempre que sea necesario, que la gente ya no estará indiferente o callada; quiero pensar que esto apenas comienza, que si las protestas y la indignación nos llevaron hasta acá, ¿hasta donde podremos llegar? Porque cuando la CICIG detonó al sistema e inició la indignación ciudadana, las cosas ya no fueron iguales y no volverán a ser iguales si nos lo proponemos. Hay heridas que necesitamos sanar, heridas que se abrieron en 1954 con el fin de nuestra primavera y a las cuales luego podemos agregarle las actitudes diarias que ahondaban en el sentir colectivo: clasismo, miedo, indiferencia, discriminación, irrespeto. Pero nunca es tarde o demasiado pronto para cambiar, para madurar nuestro sentir y pensar, para retomar el camino y lo mucho que habíamos avanzado como hermanos; las heridas sanarán si nosotros lo permitimos, los muros caerán si dejamos de construirlos y el amor florecerá si lo permitimos. Cito a Nelson Leal y su deseo de sentirnos orgullosos de ser el país que somos.
“Vos sos un guatemalteco con honor
Vos sos un guatemalteco con valor
Porque somos la semilla que engendra libertad
Porque somos parte viva de la tierra del Quetzal
Vos sos un guatemalteco trabajador,
Vos sos un guatemalteco triunfador”
Todos somos importantes, con virtudes y defectos. No necesitamos un funcionario público para salir adelante, ni para hacer lo que amamos o amar lo que estamos haciendo, para ser feliz, para considerarnos hermanos, para ayudar al prójimo, alimentar al hambriento o vestir al desnudo; nuestro trabajo diario, nuestros valores y lucha sin descanso son lo que nos sacaran adelante. Gane quien gane, debemos estar allí, fiscalizando, exigiendo, proponiendo, señalando y aplaudiendo; en nuestras manos está el poder. No permitamos que nuestros retoños de primavera se marchiten antes de tiempo.